La Axarquía (Málaga): la otra Costa del Sol

Balcón de Europa

Balcón de Europa, los ojos y el corazón de Nerja, su mejor mirador y punto del que irradian sus viejas calles.

Nerja, la patria de Chanquete, es la puerta de una comarca montuosa de raigambre morisca, llena de curvas y viñedos, de secaderos donde la uva moscatel se hace dulce pasa y de pueblos blanquísimos que conservan casi intactos sus viejos minaretes. La ruta que proponemos es solo un aperitivo, un garbeíllo por media docena de los 31 municipios que forman La Axarquía, los más turísticos. Nada que ver, en todo caso, con la otra Costa del Sol, la de los campos de golf.

Mucho ha cambiado Nerja desde que se grabó Verano azul. Chanquete lo tendría ahora crudo para plantar su casa-barco en esta población de 22.000 habitantes (el doble que en 1981, cuando se emitió la serie), como no fuera en una rotonda. Pero aún así, ha cambiado menos (o menos mal) que otros lugares de la costa malagueña. Lo mejor de Nerja sigue igual, que es su emplazamiento al borde de un acantilado, con miradores aquí y allá para embobarse contemplando lontananzas marinas, verdes montañas y diez playas donde, antes de que lleguen los bañistas más madrugadores, los pescadores varan sus barcas y rematan las rayas a mazazos, por si las chispas. El Parador es un buen mirador, pero el número uno es el Balcón de Europa, una punta que sobresale entre las playas del Salón y de Calahonda y que, además de los ojos de Nerja, es su corazón, el centro bullicioso del que irradian las calles del casco histórico. Los contados días que el tiempo no invita a tumbarse en una playa o a pasear de mirador en mirador, la gente se entretiene visitando la Cueva de Nerja, en la pedanía de Maro. Por cierto, que una de las posibilidades que ofrecen los gestores de la cueva es recorrerla en compañía de Miguel Joven, el niño (ahora, de 40 tacos) que hacía de Tito en Verano azul, uno de cuyos episodios (conviene recordarlo, porque han pasado mil años) se desarrollaba en su interior. Esto de que un famoso de hace mucho (pero mucho) se gane la vida enseñando una cueva prehistórica nos parece algo muy apropiado. Casi tanto como si la enseñara uno de los hombres del Paleolítico que la llenaron de pinturas (589, para ser exactos).

Nerja y Frigiliana

Pescador de Nerja con una raya recién rematada a mazazos en la playa y típico callejón moruno de Frigiliana.

A siete kilómetros de Nerja, en las faldas de la sierra Almijara, relumbra la cal de Frigiliana, que fue uno de los últimos reductos de los moriscos sublevados en Granada. La historia de la batalla del Peñón de Frigiliana, que supuso el exterminio de la mitad de la población y la expulsión del resto, se cuenta en 12 artísticos paneles de azulejos que hay colocados en diversos rincones del barrio morisco. Hasta lo triste se hace bonito en Frigiliana, que sin duda es el pueblo más bello de la Axarquía, con sus casas radiantes, sus costanillas escalonadas, sus callejones sin salida, sus arcos, sus pasadizos y sus macetas de geranios en cada ventana, en cada balcón, es cada poyo, en cada peldaño, en cada esquina… En muchas casas, las mejor restauradas, se advierte la mano adinerada de los ingleses, que son un millar, la tercera parte de la población. A estos no se les expulsará, no.

De Frigiliana a Torrox hay 14 kilómetros de curvas por la carretera MA-9012 y otros 14 de Torrox a Cómpeta por la A-7207. Rectas, ni una. Si nos mareamos, que es muy probable, podemos parar en algún apartadero con la excusa de admirar este curioso paisaje: montes completamente nevados de blancas casas de labor con sus respectivos paseros, terrazas rectangulares donde los racimos de uva moscatel se secan al sol. El vino de Cómpeta es famoso. Luego podemos bajar de nuevo a la costa por Sayalonga y Algarrobo o dar un rodeo mayor por Árchez y Arenas, encantadores pueblos morunos que conservan sus viejos minaretes, sin más añadidura que un par de campanas cristianas.

Cómpeta

El caserío blanco de Cómpeta se apiña alrededor de la torre de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción.

Cómo ir. La Axarquía se halla en el extremo oriental de Málaga, lindando con Granada. De Málaga a Nerja hay 53 kilómetros yendo por la autovía A-7. Y de Nerja a Arenas, pasando por Frigiliana, Torrox, Cómpeta y Árchez, 51 kilómetros. Dormir. Hay infinidad de hoteles en esta zona de Málaga. Solo en Nerja tenemos más de 100 opciones para alojarnos. El Parador de Nerja es nuestra primera recomendación: un lujazo, sus terrazas abiertas al mar; en el restaurante, no hay que dejar de probar la fritura de pescaíto. Si preferimos dormir tierra adentro, una alternativa es El Balcón, en Cómpeta, que tiene vistas, jardín, piscina y restaurante económico. Comer. Cortijo Paco (Cómpeta; 952 553 647): cocina de temporada con productos de la tierra. Más información. Turismo de Málaga.

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Breve diccionario de diseño para viajar a Helsinki (Finlandia)

Helsinki Design Guide Store

Helsinki Design Guide Store. Alrededor de la mesa, los taburetes Stool 60, diseñados por Alvar Aalto en 1923.

Dices que te gusta el diseño, pero lo más sesudo que has leido sobre el tema, ¡ay!, es el catálogo del Ikea. Así no puedes viajar a Helsinki, que es una de las capitales mundiales del asunto, y menos ahora en septiembre, que se celebra allí la Semana del Diseño (del día 12 al 22). He aquí un minidiccionario para entender algo, lo básico, de lo que ha sido y es el diseño en la capital finlandesa, de lo que se lleva ahora y lo que se ha llevado siempre. Empezamos con Alvar Aalto porque se lo merece y porque, con dos aes en el apellido, es difícil no ser el primero de una lista.

AALTO, ALVAR. Es el arquitecto y diseñador más importante que ha dado Finlandia (Kuortane, 1898-Helsinki, 1976). Todos nos hemos sentado alguna vez en su taburete Stool 60, que acaba de cumplir 80 años y sigue de moda. Aunque lo más seguro es que lo hayamos hecho en una imitación, porque es el mueble más fusilado de la historia. El original lo venden en Artek (Eteläesplanadi 18) por 229 euros. La copia Frosta, de Ikea, que tiene cuatro patas en lugar de tres, cuesta 7,99. Hay 15 edificios de Aalto en la capital, dos de los cuales son museos: Casa Aalto y Studio Aalto. En la oficina de turismo (Pohjoisesplanadi 19) dan un plano fotocopiado con la situación de los 15. El más espectacular es el Finlandia Hall (Mannerheimintie 13), palacio de congresos y sala de conciertos (en octubre actúan Richard Clayderman y Chuck Berry, nada más y nada menos) que se refleja en el espejo de la bahía de Töölö, reluciente de mármol de Carrara. Por cierto, que Aalto no contó con que el mármol de Carrara, como buen mediterráneo, no lleva bien las lluvias excesivas y los fríos casi polares de Helsinki, deteriorándose más de la cuenta. Hasta el mejor escribano echa un borrón.

ARABIA. Recibe este exótico nombre, Arabia, la fábrica de cerámica más famosa de Finlandia, que fue fundada en 1874 en el barrio homónimo del norte de Helsinki, cuyo parecido con el país de los wahabíes y los desiertos (huelga decirlo) es nulo. Gracias a su diseño innovador, las vajillas de Arabia sirven lo mismo para comer en la cocina que en una mesa de gala. La tienda más céntrica está en Pohjoisesplanadi 25. Pero si hay tiempo, vale la pena visitar el Arabia Center (en Hämeentie 135, a seis kilómetros del centro), donde además de la vieja fábrica, hay un museo y un outlet.

Finlandia Hall

Finlandia Hall, palacio de congresos forrado de mármol de Carrara, una de las obras más impactantes de Aalto.

COSTO. Nada que ver con el costo que en España se estila (con el hachís, o sea). Costo es aquí la marca de los gorros que usan las niñas pijas. Son como los de jinete, pero con pompón. Lo llevan las mismas chicas que en verano hacen picnics en el césped de la Esplanada, con cestas, manteles a cuadros y champán, mientras sus papás, más formales todavía, las vigilan desde el Café Kapelli, que lleva ahí desde 1867. Hay una serie de modelos únicos, otra de tela vaquera reciclada y otra para chicos, pero a ellos no les queda ni la mitad de ideal que a ellas. El más barato cuesta 55 euros.

DESIGN DISTRICT. El Barrio del Diseño, o Design District, abarca 25 calles (prácticamente todo el centro de Helsinki) y unos 200 comercios de todo lo imaginable, así que, salvo que queramos dedicar un mes entero a ir de compras, lo mejor es acudir a la tienda y showroom del Design Forum (Erottajankatu 7 y 9), donde se muestra y se vende una amplia selección, incluidos los sombreritos de Costo. Hay otro lugar parecido, Helsinki Design Guide Store (Unioninkatu, 25), donde además de lo que se diseña en la ciudad, tienen cosas de Fiskars Village, un pueblo de artesanos, diseñadores y artistas que hay a 90 kilómetros al oeste. De allí traen, por ejemplo, unas cestas de madera de abedul bien chulas. Tampoco es una mala idea visitar el Museo del Diseño (Korkeavuorenkatu 23).

Marimekko y Jopo

Una de las divertidas telas de Marimekko y una de las clásicas bicis Jopo, que no han evolucionado desde 1965.

HIETALAHTI, RASTRO DE. Al final de la calle Bulevardi, casi en los astilleros, se instala en verano el rastro de Hietalahti, donde los ricos desechan su ropa de diseño. También hay tenderetes en los que se saldan viejas piezas de vidrio de Iittala y cerámica de Arabia. A un lado de la plaza se levanta desde 1903 el mercado cubierto de Hietalahti (Lönnrotinkatu 34), que es encantador, con techumbre, vigas y puestos de madera, y está ocupado por tiendas de alimentación y restaurantes.

IITTALA. Otro de los grandes nombres del diseño finlandés es Iittala, compañía fundada en 1881 que fabrica objetos de vidrio (no solo, pero fundamentalmente) para el hogar de diseño cuidadísimo, como esculturas domésticas. Su pieza estrella es el Vaso Aalto, diseñado por el genio que encabeza esta lista en 1936, cuyas formas onduladas dicen que imitan las de la costa finlandesa y, que según el tamaño que se elija, se puede usar como cenicero, como candelero, como bote de lápices, como florero, como pecera e incluso como paragüero. Y su tienda mejor situada, la de Pohjoisesplanadi 25.

Capilla de Kamppi

La capilla de Kamppi es un insólito refugio espiritual de madera curvilínea y silencio absoluto en pleno centro.

JOPO. Debería llamarse Jopé o Jodó, en lugar de Jopo, porque es una bici pequeña, pesada, incómoda y poco manejable. Pero mola. Por lo menos, eso piensan los finlandeses, que le profesan veneración desde que, en 1965, el diseñador industrial Eero Rislakki y el ingeniero Erkki Rahikainen parieron la primera. Tres generaciones de bicis Jopo después, el modelo básico, el que más abunda y se aquila a los turistas, sigue igual: sin frenos en el manillar (solo lleva uno de contrapedal, que no inspira ninguna confianza), sin marchas, sin luces… Eso sí: puede ser de diez colores distintos. Esta joya del diseño se puede alquilar en el mismo Helsinki Design Guide Store (Unioninkatu, 25) o, si se es huésped del hotel, tomarla prestada sin cargo alguno en el Radisson Blu Plaza (Mikonkatu 23).

KAMPPI, CAPILLA DE. El diseño en Helsinki no solo impregna las cosas profanas, las de este mundo, sino también las sagradas, las que se hacen en este suponiendo que después hay otro. El mejor ejemplo de ello es la capilla de Kamppi (Simonkatu, 7), que se construyó en 2012 con el propósito declarado de que la gente pudiera aislarse del bullicio de la plaza de Narinkkatori, que es la más ajetreada de la capital y de toda Finlandia. Esta obra singularísima del estudio de arquitectos K2S es un pequeño edificio de planta ovoidal, todo de madera curvada y encolada, y tan bien insonorizado que el simple disparo de una cámara fotográfica (damos fe) suena como un latigazo. Otro recinto sagrado de diseño muy llamativo es Temppeliaukio (Lutherinkatu 3), la iglesia de Piedra, o de la Roca, o de las Rocas, que está excavada en el puro granito y cubierta con una cúpula de cobre de 25 metros de diámetro. Es el colmo de la austeridad luterana, prácticamente una caverna.

Kiasma

Fotografía de Jouko Lehtola perteneciente a la colección de Kiasma, museo de arte contemporáneo de Helsinki.

KIASMA. No es una enfermedad contagiosa: es el nombre del Museo de Arte Contemporáneo (Mannerheiminaukio 2). Kiasma viene del griego khíasma, intersección, y es verdad que este edificio curvo y alargado, como un cuerno, diseñado por el arquitecto norteamericano Steven Holl, está en un lugar donde se cruzan los caminos y las miradas, la gente que sube de la estación de tren con la que sale del centro por la avenida Mannerheimintie, a dos pasos del Parlamento y tres del Finlandia Hall. Como es imposible (y sería inútil) describir con palabras el arte contemporáneo finlandés, que es lo que se exhibe en el museo, nos remitimos a la foto de arriba, que hicimos este verano en la exposición sobre Jouko Lehtola (1963-2010), el fotógrafo del lado sórdido de la sociedad finlandesa.

MARIMEKKO. Fundada en 1951 por Armi Ratia, Marimekko (Mari es un anagrama de Armi, y mekko, vestido de mujer en finlandés) diseña unas telas y unos vestidos de alegres colores y risueños motivos que son como un rayo de sol en estas grises latitudes. Un rayo que ha acabado iluminando el mundo entero, incluso donde ya había sol y colores de sobra. Parte de su fama se la debe a Jackie Kennedy, que compró siete modelos, acompañó a su marido con ellos durante la campaña presidencial de 1960 e incluso apareció con uno en la portada de la revista Sports Illustrated. Los más enardecidos forofos de la marca aseguran que Kennedy ganó las elecciones porque ella iba tan guapa y moderna. Pues vale. La tienda principal de Marimekko se encuentra en Pohjoisesplanadi 33.

Iittala

Iittala es una de las grandes referencias del diseño escandinavo. En la foto, la tienda de Pohjoisesplanadi 25.

Cómo ir. Hay vuelos de España a Helsinki por poco más de 200 euros, pero sin escalas (con Iberia y Finnair) rara vez bajan de 300. Comer. Para desayunar o almorzar algo rápido, recomendamos los puestos de la Plaza del Mercado (Kauppatori), donde se puede tomar desde un delicioso rollo de canela (korvapuusti) hasta albóndigas de reno ahumado, además de sopas, pescadito frito (muikku) y, por supuesto, las frutas frescas que se venden allí mismo. Para cenar, dos buenas opciones son A-21 Cocktail Lounge (Annankatu 21) y Toca (Unioninkatu 18), ambos en el Barrio del Diseño. Dormir. Entre los 123 alojamientos que ofrece Helsinki hay muchos de diseño, como el Glo Hotel Art, el Klaus K o la cadena Sokos (Albert, Torni, Aleksanteri…). Amplia información de alojamientos aquí. Más información. Turismo de Finlandia.

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Logroño: diez sorbos de la mejor Rioja

Bodegas Darien,

Que Logroño no sea la capital del vino, no significa que no tenga bodegas espectaculares. Como la de Darien.

Como La Rioja es sinónimo de vino y la capital riojana del vino es Haro, muchos viajeros ni pisan Logroño, que es la capital de todo lo demás, y bien maja. Damos diez buenas razones para visitarla porque no sería lógico darlas malas y porque diez es una cifra redonda, manejable, grata de recordar, como lo es esta pequeña ciudad. Son diez sorbos de la mejor Rioja. Salud.

1.La Senda de los Elefantes. Así le llaman a la calle del Laurel, porque todo el mundo sale de ella trompa y a cuatro patas. Poca gente pide aquí zumo de naranja, ni otro vino que no sea Rioja. Hay 58 bares, uno detrás de otro, cada cual con su pincho estrella: champis, migas, embuchados, pinchos morunos, matrimonios, zapatillas de jamón, orejas, morros, bravas, rotos, cojonudos, tíos Agus, zorropitos… Salvo que nos vayamos a meter en los 58 bares (que es una posibilidad, desde luego), conviene que hagamos una selección previa visitando la página web oficial de la calle del Laurel.

Calle del Laurel

La calle del Laurel siempre está a tope de gente, y eso que hay 58 bares y restaurantes donde meterse.

2.Arte contemporáneo en el polígono. Würth es una multinacional alemana que vende cinta aislante, silicona y otras cosas pegajosas por el estilo, y para variar (pero para variar mucho), funda museos de arte contemporáneo en sus sedes, aunque estas se encuentren en un polígono industrial a 15 kilómetros de Logroño. En el Museo Würth de Agoncillo, podemos ver algunas de las 16.000 obras que el señor Reinhold Würth ha ido acumulando a lo largo de su pegajosa carrera empresarial: obras de Munch, Picasso, Magritte, Moore, Warhol, Botero, Chillida, Barceló… La entrada es gratuita.

Museo Würth

Pasmado se queda el viajero al descubrir el Museo Würth en un polígono industrial a las afueras de la capital.

3.Félix Barbero, el penúltimo botero. No quedan muchos boteros en España, seis o siete, por eso Félix Barbero no da abasto con los clientes que entran a su tienda y taller de la calle Sagasta: Botas Rioja. Botero artesano de cuarta generación, Félix nos explica que las botas que más vende y las que el recomienda, para gran decepción de los puristas, son las que llevan dentro una bolsa de látex, ya que no dan mal sabor al vino ni se estropean por falta de uso, como las de pez. Las hace de piel de cabra, de pelo, de serraje (ternera), lisas, con escudos bordados… No tiene tienda on-line porque, una vez que la montó, unos canadienses le pidieron 15.000 botas de golpe y no era plan.

Botas Rioja y pastelería Viena

El botero Felix Barbero es su taller de la calle Sagasta y los bombones de fantasía de la pastelería Viena.

4.Bombones rellenos de aceite. Uno diría que el chocolate y el aceite se dan de bofetadas, pero uno no es Juan Ángel Rodrigálvarez, el mejor pastelero y repostero de España (eso dijo la Real Academia de Gastronomía en 2011), jefe de obrador de la pastelería Viena. Además de los bombones Caricia Olium, rellenos de aceite de oliva virgen extra, nos llaman la atención las trufas de vino, las naranjas con cobertura y los pasteles sin azúcar, que los diabéticos también tienen derecho. Viena está en los soportales de Muro de la Mata, en la plaza del Espolón, a tiro de piedra, o de bombón, de la estatua de Espartero (que estaba casado con una logroñesa) y su famoso caballo.

Ayuntamiento de Logroño

El moderno Ayuntamiento de Logroño fue diseñado por el tudelano Rafael Moneo a mediados de los años 70.

5.El Ayuntamiento de Moneo. Tampoco somos expertos en arquitectura, pero sí sabemos que Rafael Moneo es uno de los grandes, así que el nuevo Ayuntamiento que dibujó a mediados de los 70 y vistió con rubia arenisca de Salamanca, nos parece que merece, como mínimo, una visita respetuosa.

Finca de los Arandinos

Si el tiempo lo permite, es una gozada comer o cenar en el jardín de Finca de los Arandinos, en Entrena.

6.Cuatro en uno: bodega, hotel, restaurante y spa. Todo eso es Finca de los Arandinos, un complejo enoturístico de Entrena (a 14 kilómetros al suroeste de Logroño) que ocupa un moderno edificio de color blanco, bajo y alargado, con grandes ventanales abiertos a los viñedos de la bodega y a la sierra de Moncalvillo. Dos cosas nos dejan boquiabiertos: los baños escamoteables de las habitaciones diseñadas por David Delfín y la cocina de Diego Rodríguez, que ha vuelto a su pueblo natal después de trabajar con los mejores (empezando por Martín Berasategui) y que sabe aprovechar todo lo bueno del entorno: los cerdos ecológicos del valle de Ocón, las verduras y legumbres de las huertas, el pan del horno de Entrena… Si hace bueno, mejor comer en el jardín.

Fiestas de San Bernabé

En las fiestas de San Bernabé no se andan con chiquitas. Balas no usan, pero pólvora, más que en Valencia.

7.Unas fiestas de armas tomar. Dos fiestas importantes hay en Logroño: las de San Mateo o de la Vendimia (la semana natural que engloba el 21 de septiembre) y las patronales o de San Bernabé (del 9 al 12 de junio y algún día más de propina). De las primeras no podemos opinar, porque no tenemos el gusto de haberlas vivido, pero de las segundas sí, porque estuvimos haciendo un reportaje esta primavera, y la verdad es que son la bomba, literalmente, pues en ellas se recuerda la victoriosa resistencia de Logroño durante el asedio francés de 1521 (una historia demasiado larga para contarla aquí) con fieles recreaciones de campamentos y batallas, desfiles arriba y abajo, mucho cañonazo y gran derroche de pólvora. Y que nadie se piense que las armas que se disparan esos días son de mentirijillas o burdas imitaciones inofensivas. Los arcabuceros usan réplicas muy mejoradas de las armas históricas, que en concursos de tiro hacen diana a 600 metros de distancia.

Calado

Calado del palacio de los Yanguas, hoy Centro de la Cultura del Rioja, en Ruavieja esquina Mercaderes.

8.Calados de vino en Ruavieja. Una ordenanza municipal de 1583 prohibía el paso de carruajes herrados por la calle Ruavieja, no porque aquellos terremotos rodantes molestasen a los vecinos, sino porque perturbaban el descanso de los vinos que reposaban en los calados. En La Rioja llaman calados a las bodegas caseras. Y decimos caseras porque están debajo de las casas, pero no porque sean pequeñas. El calado de San Gregorio, en el número 29, es como una estación de metro, con una longitud de 30 metros y bóveda de cañón, todo de piedra de sillería. Data del siglo XVI. También son impactantes el calado del antiguo palacio de los Yanguas, hoy Centro de la Cultura del Rioja, en la esquina con Mercaderes, y las ruinas del Espacio Lagares, en el número 18. Para verlos, hay que llamar al teléfono 941 291 260. De junio a septiembre, hay visitas narradas por actores.

Bodegas Campoviejo

Sala de barricas de Bodegas Campoviejo, impresionante obra subterránea del arquitecto Ignacio Quemada.

9.Bodegas vanguardistas. La versión moderna de los tradicionales calados riojanos son las Bodegas Campoviejo, obra de Ignacio Quemada, que están en lo alto de una colina superpanorámica al noroeste de la ciudad, mimetizadas y soterradas bajo el viñedo. Esto de que estén bajo tierra es bueno parar el paisaje y también para la producción, porque la uva y el vino se mueven por gravedad y allá abajo hay una temperatura y una humedad óptimas. Otras bodegas muy modernas, que merece la pena visitar, son Darien. Aquí no hay concesiones al paisaje. Por mucho que digan en sus folletos que los volúmenes blancos del edificio diseñado por Jesús Marino Pascual recuerdan las piedras con aristas, aún no erosionadas por el viento, que emergen en los ribazos de los viñedos, esto es arquitectura-espectáculo pura y dura. Sí hay, sin embargo, un guiño al paisanaje y a la tradición, pues dentro se exhibe una colección de más de mil piezas de cerámica popular riojana.

Alfarería Naharro

Antonio Naharro da forma a una pieza en el torno de su alfarería de Navarrete, al oeste de la capital.

10.Navarrete: tornos y caballos. Si nos gusta la colección de cerámica de Bodegas Darien, nos chiflará Navarrete, un pueblo de las vecindades de Logroño donde hay 11 alfarerías, nada menos. Donde más autocares de turistas paran (por algo será) es en Alfarería Naharro. Ver al veterano Antonio Naharro haciendo cacharros en el torno es como ver a Neptuno haciendo olas: uno no se cansa nunca de mirarlo. Tampoco es nada aburrido darse un garbeo a caballo con Katharine, la propietaria del Centro Hípico Navarrete. En 1987, Katharine volvía a Suiza desde Portugal: iba a caballo, con otras dos amigas, haciendo el camino de Santiago al revés. La peste equina cerró las fronteras de Francia y se quedaron atrapadas en Navarrete. Un cuarto de siglo después sigue aquí, con sus caballos. Es una buena historia para contar y para oír mientras se trota por los viñedos.

Centro Hípico Navarrete

Paseando a caballo por los viñedos en buena compañía. La experiencia la ofrece el Centro Hípico Navarrete.

Cómo llegar. Logroño tiene aeropuerto, el de Agoncillo, y vuelos diarios a y desde Madrid con Air Nostrum. También tiene una estación de ferrocarril flamante, de 2011, a la que llegan los Alvia procedentes de Madrid, Barcelona y Bilbao, aparte de otros trenes. Si preferimos el autobús (lo más económico), Alsa comunica Logroño con Madrid, Barcelona y otras ciudades. En coche, la principal vía de acceso es la AP-68 (Bilbao-Zaragoza), que conecta con la A-1 en Miranda de Ebro y con la A-2 en Zaragoza. Comer. Aparte de los bares de pinchos de la calle del Laurel y del restaurante de Finca de los Arandinos, recomendamos probar La Cocina de Ramón (941 289 808): Ramón Piñeiro, discípulo de Francis Paniego, montó en 2012 su propio restaurante en la céntrica calle Portales, donde elabora platos con un punto creativo (pero no demasiado exagerado) y con los mejores productos, que escoge cada mañana en el cercano mercado de San Blas. Dormir. Hay hoteles en Logroño desde 17 euros por persona y noche. Nuestras recomendaciones son los céntricos y modernos Sercotel Portales y NH Herencia Rioja. Más información. Turismo de Logroño-La Rioja (941 291 260).

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Molinos de La Hiruela (Madrid): el milagro de los panes

Molino Nuevo

El rehabilitado molino Nuevo, a orillas del alto Jarama, ofrece una de las estampas más idílicas de Madrid.

Hay que pellizcarse las carnes para asegurarse de que no es un sueño: este molino rodeado de álamos, robles y montañas, junto a un río cristalino, no está en los remotos Oscos de Asturias, sino en La Hiruela, en la Sierra Norte madrileña. Una sencilla senda nos invita a acercarnos a este rincón de increíble belleza y soledad, y a recordar de paso los trabajos de moler perdidos.

Hoy el pan llega crujiente y calentito hasta las aldeas más apartadas de la Sierra Norte madrileña a bordo de unas trepidantes furgonetas que se anuncian tocando el claxon como si acabaran de capitular los Imperios Centrales. Siempre que oímos estos alegres bocinazos, nos preguntamos qué beneficio puede obtenerse de una barra transportada a través de varios puertos de montaña, una vez descontados los seguros, los impuestos, el carburante, las reparaciones, etcétera…, pero nuestros cálculos más negros palidecen al considerar que hace años era aún peor, muchísimo peor.

En los tiempos de la subsistencia (y no estamos hablando del Neolítico, sino de mediados del siglo XX), en La Hiruela había que arar, sembrar, segar, trillar, aventar y acarrear la parva cosecha de centeno hasta los molinos del Jarama, a una buena tirada monte abajo. La alternativa era trocar en Buitrago –la capital de la comarca– carbón, miel, manzanas o cerezas –de todo lo cual había a patás en el pueblo– por hogazas, pero aquel viaje de 25 kilómetros y otros tantos de vuelta, en burro y con el puerto de La Hiruela por medio, debía de ser como para plantearse el mojar con los dedos.

Molino Nuevo

El molino Nuevo de La Hiruela parece realmente nuevo después de haber sufrido una completa restauración.

En 1751, La Hiruela tenía 220 habitantes; en 1991, sólo 32, la mayoría baldados para la labor. Éxodo a la capital, cultivos abandonados, aceñas en ruinas… Más hoy, milagros de la aldea global, ha crecido el censo (51), se han rehabilitado a maravilla las viejas casas de pizarra, se han recuperado para el senderismo los antiguos caminos, y el molino Nuevo, que estaba hecho cisco, se ha remozado por completo. Así está resucitando uno de los paisajes rurales más gloriosos de la región.

Uno de esos caminos recuperados para los excursionistas es la llamada senda de Molino a Molino, un itinerario circular de cinco kilómetros y una hora y media de duración que coincide en principio con el que se seguía antaño para ir de La Hiruela al vecino pueblo de El Cardoso de la Sierra, ya en Guadalajara. Y es una angosta calleja que nace detrás de la iglesia, a la izquierda de unos grandes nogales, y que discurre casi llana entre cercas de piedra, melojos, saúcos y cerezos silvestres. Muy pronto la senda obliga a franquear una portilla, sigue luego por un tramo empedrado hasta el arroyo de la Umbría, que se cruza poco después, y baja suavemente por un bosque salpicado de grandes robles hacia el puente de madera sobre el río Jarama, al cual se llega tras media hora de paseo.

Piedra de moler

Viejas piedras de moler afloran, como caracolas prehistóricas, junto al desaparecido molino de Juan Bravo.

De seguir el camino viejo allende el puente, alcanzaríamos en un periquete la ermita de San Roque, que, aunque se halla en el término de El Cardoso, perteneció a La Hiruela en el siglo XVIII, y que conserva un curioso elemento, una gran roca plana horadada que hace las veces de ventana y que no hubiera desentonado en casa de los Picapiedra. Pero la senda molinera continúa, en rigor, río abajo, por la orilla derecha del Jarama, por una vereda de pescadores que surca verdes ribas, robledillos y saucedas: los más bellos sotos de Madrid. En un amplio prado, reconoceremos los restos del molino de Juan Bravo, del que sólo quedan cuatro paredillas caídas y algunas piedras circulares de vistoso rayado que afloran aquí y allá, entre la hierba, como conchas prehistóricas.

Después toca cambiar de margen por una pontecilla de cemento; y más tarde, tras pasar una valla y un pedregoso ribazo, volver a la orilla derecha por otro puente que se presenta junto al molino Nuevo. Rodeada por una idílica alameda, esta aceña ofrece la oportunidad casi única de contemplar en Madrid el proceso tradicional de la molienda, desde que el agua se desvía por el largo caz hasta que se reintrega al Jarama, pasando por la alberca donde se almacena y el edificio donde giran dos piedras movidas por sendas ruedas hidráulicas que hay en el sótano. El problema es que, para ver el molino por dentro y en marcha, tiene que haber una persona encargada y no siempre lo hay, no porque no haya gente en La Hiruela (que, aunque poca, hay), sino presupuesto para poder pagarla.

Alto Jarama

Además de viejos molinos, el alto Jarama baña los sotos más bellos de la región. Y también los más solitarios.

A modo de curiosidad histórica, diremos que los molinos, en estas aldeas de la Sierra Norte, solían pertenecer al concejo, el cual se lo arrendaba a un molinero que, como recoge un contrato de 1806 de Puebla de la Sierra, se comprometía a “llevar y traer el grano de los vecinos… y maquilar [cobrar] de cada fanega medio celemín de trigo o centeno de la clase que sea… y dar y pagar a la dicha villa cada mes su rateo de… catorce fanegas de centeno y tres medias de trigo, que estas las a de dar para el día de letanías…; con la condición de que a de acer vuena arina y de vuena condición”. Además el molinero se ocupaba de mantener el semental de las cerdas, vaya usted a saber por qué.

De este molino, en concreto, sabemos que pasó a ser comunal en 1888, cuando, en virtud de las leyes desamortizadoras, se declararon en venta todos los predios rústicos y urbanos, censos y foros del Estado, del clero “y cualesquiera otros pertenecientes a manos muertas”, con lo cual fue sacado a subasta en la cantidad de 6.200 reales de vellón. La propiedad del mismo estaba dividida en 65 partes y se le alquilaba a un molinero en una renta valorada entre 75 u 80 fanegas de grano (es decir, alrededor de 3.500 kilos), a cambio de quedarse él con medio celemín (1,8 kilos) por fanega.

Desde el molino, sólo resta cruzar el arroyo de la Fuentecilla para trepar a la carretera de La Hiruela a El Cardoso, subir por el asfalto 200 metros y tirar a la derecha por una senda que, salvando de nuevo el regato, pasa ante la capillita de la Virgen de Lourdes y zigzaguea por entre los huertos y las casas, ya, de La Hiruela.

Molino Nuevo y ermita de El Cardoso

Balsa del molino Nuevo de La Hiruela y ventana de la ermita de San Roque en El Cardoso de la Sierra.

Cómo llegar. La Hiruela dista 105 kilómetros de la Puerta del Sol. Tiene su mejor acceso desde Madrid yendo por la autovía del Norte (A-1) hasta Buitrago, para seguir por la M-127 hasta Prádena del Rincón y por la M-137 hacia Montejo y La Hiruela. Comer. Ad Libitum (606 079 234, 918 697 320 y 917 508 484): cocina del norte de España, sencilla, casera y con sabor antiguo (alubias de Tolosa, pimientos rellenos, carnes de buey, pescados, calamares en su tinta, gallo con piñones, solomillo de cerdo con ciruelas…). Bar-Restaurante La Hiruela (918 697 016): barra para tomar bocadillos y raciones (la especialidad es la torta castellana) y comedor donde se sirven ensaladas, carnes de la zona y, por encargo, asados y paellas. Dormir. En La Hiruela hay un hotelito rural, El Rincón de la Sierra (609 165 578), y varias casas de alquiler completo, todas de arquitectura tradicional: Casa Aldaba (629 626 224 y 918 697 403), El Bulín de La Hiruela (918 698 888 y 622 23 23 28) y Entremelojos (915 411 381 y 650 401 972). Más información. Turismo de La Hiruela (918 697 328).

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Tenerife: de la playa a las estrellas, pasando por el Teide

Las Cañadas del Teide

No es otro planeta. Es la Tierra y son Las Cañadas del Teide, salpicadas de penachudos tajinastes rojos.

Además de playa, que está muy bien, Tenerife ofrece a los visitantes más inquietos planes para no parar en una semana: enoturismo, rutas a pie y en bici por paisajes marcianos, kayak de mar, observación de estrellas, avistamiento de cetáceos… Y para reponer fuerzas, cocina contundente e hipercalórica (papas, garbanzas, conejo en salmorejo…), como cuadra a una tierra volcánica.

Todos los años, cinco millones de personas vienen a Tenerife a tumbarse en alguna de las playas del Sur, donde el sol luce 300 de cada 365 días y hace una temperatura media de 23 grados. La verdad es que es un plan muy apetecible. Pero todo en esta vida es mejorable, y si alguno de los contados días en que libra el astro rey, decidimos darnos una vuelta por el interior de la isla, descubriremos soledades de otro planeta y bosques de cuento, fríos insospechados y lluvias horizontales, mares de nubes y cielos cuajados de estrellas, platos afrodisiacos y vinos que calientan más que el sol.

Acantilados de los Gigantes

Kayaks junto al acantilado basáltico de los Gigantes, algunas de cuyas paredes tienen 450 metros de altura.

Lo primero de todo es subir a presentar nuestros respetos al padre Teide, tomando el teleférico que lleva hasta los 3.555 metros de altura de La Rambleta y siguiendo luego el sendero Telesforo Bravo hasta los 3.717 metros y 98 centímetros del pico. Para esto último hay que tener el corazón sano, calzar algo más robusto que unas chanclas y solicitar un permiso con bastante antelación, porque son tres los millones de personas que visitan cada año el parque nacional y el acceso a la cima está limitado a 200 diarias. Una forma sencilla de obtener el pase es pedirlo en la central de reservas on-line de Parques Nacionales. Y, más fácil todavía, dejar que se ocupe la empresa de senderismo Gaiatours, que organiza el plan completo: permiso, transporte, guías de montaña profesionales…

Otro plan imprescindible, y nada caro, es pernoctar en el Parador de Las Cañadas del Teide. Quizá no sea de los mejores de la cadena, pero está en un lugar difícil de creer, al pie del majestuoso pico volcánico, rodeado de roques colorados y rodales de tajinastes penachudos. Es el único hotel en muchos kilómetros; de hecho, no hay otro en el parque nacional. Y también el único restaurante, porque la cafetería del teleférico, a efectos gastronómicos, no cuenta. A la hora de cenar, en este paraje casi sagrado, manda la tradición: vieja, puchero tinerfeño, conejo en salmorejo… Y, claro está, papas y gofio hasta decir basta. De postre, leche asada, huevos moles y… estrellas. ¿Qué estrellas? Pues los millones que pueden verse en el cielo nocturno gracias a este aire seco e impoluto, procedente de las capas altas de la troposfera; a que las nubes forman un disciplinado rebaño bajo nuestros pies y a que no hay una farola en 15 kilómetros a la redonda. Contaminación lumínica, cero.

Pinar al pie del Chinyero

Pinar alfombrado de corazoncillos al pie del volcán Chinyero, el último que hizo erupción en la isla, en 1909.

Sí, el Teide es un buen lugar para ver las estrellas (el sexto mejor del mundo, según los astrónomos) y un decorado muy apropiado e inspirador, con sus paisajes marcianos y sus flores de aspecto alienígena. Astroamigos invita a contemplar este cielo perfecto usando un telescopio grandecito, de 250 mm., con posicionamiento automático. Los participantes, ocho como máximo, han de abrigarse bien, pues las temperaturas bajo cero son frecuentes a estas alturas y es preferible viajar a Tenerife con un plumífero que andar por el Teide como un maquis, envuelto en una manta del hotel. La actividad se desarrolla en el observatorio de Izaña, a 24 kilómetros del Parador.

Bajando del parque nacional hacia Santiago del Teide, por la carretera TF-38, se bordea uno de los enclaves más bellos y estremecedores de la isla. El 18 de noviembre de 1909, el volcán Chinyero se despertó y, después de diez días de pánico, en que las lenguas de lava tuvieron con el alma en vilo a varios pueblos, volvió a dormirse dejando este paisaje lunar y un aviso de lo que puede volver a ocurrir muy pronto. Cada cien años, aproximadamente, se produce una gran erupción en la isla, y ya han pasado 103. En 2009, para conmemorar el centenario de aquello, se puso en marcha una red de senderos de pequeño recorrido –el PR-TF 43 y tres derivaciones– que permite acercarse al Chinyero desde distintas localidades del entorno (Santiago del Teide, San José de los Llanos, Los Partidos de Franquis, La Montañeta y Garachico), atravesando abruptas coladas y fantasmagóricos campos de cenizas, pero también pinares alfombrados por las flores amarillas de los corazoncillos, donde el simple roce de las nubes bajas pone a los excursionistas hechos una sopa. A este tipo de lluvia, que no cae goteando del cielo, pero que empapa lo mismo, si no más, se la denomina horizontal. La mejor forma de recorrer este escalofriante paraje (aparte de a pie, claro) es en bicicleta de nontaña, siguiendo la pista forestal que arranca en el kilómetro 14 de la TF-38. Mountainbike Active organiza rutas guiadas por esta y otras zonas en buenas bicis de montaña.

Mar de nubes en el Teide

Mar de nubes en el Teide, que goza de uno de los cielos más limpios del mundo, ideal para ver las estrellas.

Después de andar arriba y abajo por el Teide y el Chinyero, apetece un chapuzón. A sólo 13 kilómetros de Santiago del Teide, en Los Gigantes, uno puede bañarse con cetáceos. Así, tal como suena. A diferencia de lo que ocurre en otros lugares, donde supuestamente abundan y donde lo único que al final se atisba de ellos es una aleta fugaz a un kilómetro de distancia, aquí es tan fácil verlos, que parecen puestos por el patronato de turismo. Pero no hay truco. Lo que hay es una colonia estable de calderones tropicales y delfines mulares, además de otra veintena de especies de cetáceos que se dejan caer de vez en cuando. Lo más pacífico es acercarse a ellos en kayak, remando junto a los paredones de 450 metros de altura del acantilado de los Gigantes. Las lapas que se aferran a estos farallones basálticos son grandes como jaboneras y las aguas tan azules que diríanse teñidas con añil. La empresa que alquila los kayaks, El Cardón, ofrece también la opción de bajar a pie hasta la costa por el abrupto barranco de Masca y luego seguir a los delfines en barco.

Chapotear entre pezqueñines de cuatro toneladas (eso llega a pesar un calderón) puede parecer una experiencia excitante, pero no es nada comparado con lo que sucede en Bodegas Monje. En El Sauzal, muy cerca del aeropuerto de Tenerife Norte, se halla esta bodega de la denominación Tacoronte-Acentejo, que ya era conocida desde hacía tiempo por sus tintos de listán negro, con aromas minerales y fructuosos, frescos, llenos de vida –cual el Hollera de maceración carbónica, fragante a tierra volcánica–…, pero que ahora empieza a serlo aún más por sus veladas wine&sex, en las que los vinos se conjugan con platos de nombre tan gráfico como las nalgas de cochino negro sobre peras a la canela o el trío de chocolates con migas de calabaza y morbo de cerezas. Además de esto, se sirven desayunos dominicales con mantequilla de berros, quesos de cabra, bizcochón de calabaza, plátanos y vinos jóvenes. Y hay talleres de mojos, exposiciones, catas… El apuesto y sanote Felipe Monje dirige con risueña maestría este circo enoturístico de tres pistas que, desde 1956, se asienta en una ladera con vistas al mar, con el Teide a la espalda y, en derredor, ancianas cepas que arrastran sus brazos sarmentosos por el suelo, como ebrias de antiquísimos magma.

Delfines en los Gigantes

Ver delfines en los Gigantes es tan fácil que uno llega a pensar que están a sueldo del patronato de turismo.

Cómo ir. Hay ofertas de viajes a Tenerife con Destinia por 316 euros, que incluyen vuelos, siete noches de hotel, traslados, seguro de viaje y tasas de aeropuerto. Comer. Bodegas Monje (El Sauzal; 922 585 027): bodega visitable, restaurante, sala de exposiciones, taller gastronómico y mucho más, todo dirigido por Felipe Monje. Victoria (La Orotava; 922 331 683): restaurante del hotel homónimo, de cocina creativa y canaria, en una preciosa casa del siglo XVI. El Rincón de Juan Carlos (Los Gigantes; 922 868 040): platos que dejan con la boca abierta, como el churro de aceitunas negras, el cerdo de la danza del vientre o el turrón de morcilla canaria con salsa de almendras. Solana (Santa Cruz de Tenerife; 922 243 780): restaurante pequeño, moderno, limpio y acogedor, con una carta actual; es la referencia gastronómica en la capital. Dormir. Parador de Las Cañadas del Teide (La Orotava; 922 374 841): con vistas al Teide, piscina climatizada y restaurante de cocina canaria. Casa Blanca (Los Realejos; Icod del Alto; 922 359 621): hotel rural con vistas al Teide y al mar, en el norte de la isla, con piscina climatizada y restaurante. Senderos de Abona (Granadilla de Abona; 922 770 200): casa señorial del siglo XIX, con cocina casera, en el sur de la isla; aquí hay que probar las tradicionales garbanzas. Más información. Turismo de Tenerife (922 239 592).

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Soria machadiana (y II): “Dame tu mano y paseemos”

Ermita de San Saturio

Ermita de San Saturio, junto al río Duero, el lugar de Soria que más vivamente recuerda a Antonio Machado.

El tiempo, que derroca las más altas torres, ha respetado sin embargo los sencillos lugares que frecuentaba Machado en Soria: el paseo de San Saturio, el instituto, el casino… También la iglesia donde se casó con Leonor y el cementerio donde la dejó, tres años después. Hay que ser de piedra para no llorar al visitar los escenarios de aquel amor y de la temprana muerte de ella.

El lugar machadiano por excelencia, el primero que ha de visitar quien desee rastrear las idas y venidas del poeta por la ciudad, es el paseo que va por la orilla del Duero hasta la ermita de San Saturio. Aquí Machado rumió algunos de los poemas más bellos de Campos de Castilla, antes y después de conocer a Leonor. Los chopos ribereños –los álamos del amor, como decía él– siguen teniendo “en sus cortezas / grabadas iniciales que son nombres / de enamorados, cifras que son fechas”. Al lado de la ermita está el Rincón del Poeta, que la ciudad le dedicó en octubre de 1932, poco después de otorgarle el título de hijo adoptivo. “Nada me debe Soria, creo yo –dijo Machado en su discurso de agradecimiento–. Y si algo me debiera, sería muy poco en proporción a lo que yo le debo: el haber aprendido en ella a sentir a Castilla, que es la manera más directa y mejor de sentir a España”. A finales de 2011, se construyó sobre el río una pasarela metálica peatonal para que la gente pudiera acercarse a la ermita caminando por cualquiera de las dos orillas: a los pocos meses, ya estaba llena de candados con corazones atravesados por flechas y juramentos de amor eterno.

Desde la margen derecha del río, una carreterilla zigzagueante trepa directamente al cerro del Castillo, sobre el que descuella el parador Antonio Machado, dominando un panorama de lo más amplio y evocador: “¿No ves, Leonor, los álamos del río / con sus ramajes yertos? / Mira el Moncayo azul y blanco; dame / tu mano y paseemos”. Bajando por el otro lado del cerro, por la calle de Fortún López, se llega sin extravío posible al cementerio del Espino, donde hay una lápida de mármol blanco con un sucinto epitafio (“A Leonor, Antonio”) y, junto a la iglesia, un olmo seco, como el del famoso poema. Para Leonor, herida por la tuberculosis, no hubo “otro milagro de la primavera”.

Álamos y candados junto al Duero

Los viejos "álamos del amor" machadianos conviven con los modernos candados de la pasarela de San Saturio.

Un paseo breve y cuesta abajo lleva desde la iglesia del Espino hasta la de Santa María la Mayor, en la Plaza Mayor, donde contrajeron matrimonio Machado y Leonor y donde, tres años y tres días después, se celebró el funeral de ella. A pocos pasos de la portada meridional, de estilo románico, una escultura de bronce muestra a Leonor tal como iba el día de su boda; según uno de los periódicos locales, El Avisador Numantino, lucía “elegantísimo traje de seda negro y magníficas joyas”. En las pocas fotografías que se conservan de ella, tomadas en aquella ocasión, aparece con cara y cuerpo de niña: lo que era. El escultor, prudentemente, le ha añadido cinco años, como poco.

El que apenas ha mudado de aspecto en todos estos años es el Círculo Amistad Numancia, el casino que frecuentaba el poeta, que está en el número 23 de la calle del Collado, a menos de cien metros de la iglesia. El Círculo de la Amistad –como se llamaba en tiempos de Machado, antes de que se uniera con el vecino casino Numancia–  tiene una zona pública y otra reservada, pero al curioso que lo pide se le deja, guardando la debida compostura, asomarse a los salones donde los socios hacen sus tertulias y se juegan los cafés al mus, al guiñote o al rabino. En la planta baja, con vistas a la calle, se halla el salón Antonio Machado o de los Espejos, que es puro siglo XIX, con sus lámparas de araña y sus lunas de cuando se perdió Cuba. Y en la primera, el salón Gerardo Diego, donde se celebran actos culturales. Tiene bucólicas pinturas en el techo, friso de celtíberos y romanos y un piano de gran cola Steinway & Sons de 1886, el primero que hubo en España. Gerardo Diego, que fue profesor del Instituto entre 1920 y 1934, lo tocaba casi todas las tardes. El señor de bronce que está en la calle, sentado delante de un velador, con un café y un libro, es él. Recientemente, en la tercera planta, se ha inaugurado la Casa de los Poetas, un pequeño museo dedicado a los tres grandes líricos que cantaron a Soria: los dos ya dichos y Gustavo Adolfo Bécquer.

Escultura de Leonor

Escultura de Leonor junto a la iglesia de Santa María la Mayor, donde se casó y donde se celebró su funeral.

Tampoco anda lejos ni ha cambiado mucho el Instituto donde Machado daba clase de francés y que hoy lleva su nombre. Comenzó siendo un colegio de jesuitas a finales del siglo XVI, pero en 1740 un incendio lo destruyó por completo y, tras la expulsión de la orden, el nuevo edificio –de estilo barroco, con espléndida fachada de sillería y gran claustro cuadrangular– fue sucesivamente fábrica de hilados, escuela de educandas, cuartel y hospital de tropas. Hay un busto de Machado junto a la puerta, obra de Pablo Serrano, y hay un aula-museo con fotos y autógrafos del ilustre profesor, incluido el libro de calificaciones, que demuestra que aprobaba a todo el mundo. Es un lugar machadiano clave que, lamentablemente, solo puede visitarse de lunes a viernes, cuando hay clase.

El siguiente hito de la ruta es la iglesia de Santo Domingo. A pesar de que Machado no comulgaba con la fe hipócrita y esclavizadora que se difundía desde los púlpitos, en un poema de Nuevas canciones daba a entender que acompañaba a Leonor a la iglesia: “En Santo Domingo, / la misa mayor. / Aunque me decían / hereje y masón, / rezando contigo, / ¡cuánta devoción!”. La verdad es que es un templo precioso, al que, por muy anticlerical que se sea, dan ganas de ir todos los días. Erigido en el siglo XII, su frente es uno de los mayores logros del románico español, especialmente la portada. Para Gaya Nuño, “su distribución decorativa es la más rica, la más homogénea y armoniosa de la Península y no reconoce como más bella ni a la de Ripoll”. Si nos fijamos en el pantocrátor, veremos que el Padre sostiene al Niño en su regazo, cosa que habitualmente hace la Virgen: es uno de los cinco únicos ejemplos de este tipo de iconografía (Trinidad Paternitas, le dicen) que puede verse en el mundo, todos ellos en España. A cada lado de la portada, justo debajo del rosetón, hay dos figuras sedentes que representan a los monarcas fundadores del templo, Alfonso VIII y Leonor Plantagenet, duquesa de Aquitania. La ascendencia de la reina podría explicar el parecido que guarda la fachada de Santo Domingo con la de Nuestra Señora de Poitiers. O dicho de otro modo: no es imposible que canteros franceses interviniesen en la realización de esta joya románica soriana.

Instituto Antonio Machado

Busto del poeta, obra de Pablo Serrano, en la puerta del Instituto Antonio Machado, donde hay un aula-museo.

Siguiendo los pasos de Machado y Leonor, se llega, por último, a la ermita del Mirón, lugar alto y oreado cerca del cual alquilaron una casa en la primavera de 1912 y al que iban a pasear confiando en el poder curativo del sol y del aire puro, ella cada día más débil, postrada al final en una silla de ruedas. Al santuario le viene el nombre por una escultura de San Saturio que, erigida sobre un pedestal, a bastante altura, parece estar mirando el panorama con vivo interés. La vista, desde luego, es magnífica. Allá abajo, los álamos dorados, el puente de Piedra y el antiguo monasterio de San Juan de Duero, con su claustro de arcos entrelazados, componen un paisaje urbano (o periurbano) difícil de creer en pleno siglo XXI. Si se borraran con Photoshop un par de cables y antenas, podría pasar por la Soria que vio Machado con lágrimas en los ojos. Un sencillo monumento –la silueta de la pareja, recortada en una plancha de metal– evoca aquellos últimos paseos: “Soñé que tú me llevabas / por una blanca vereda… / Sentí tu mano en la mía, / tu mano de compañera…”

Cómo ir. El tren Campos de Castilla (Madrid-Soria-Madrid) circula 12 fines de semana desde mayo hasta noviembre. El viaje, de dos días de duración, incluye, además del tren, una degustación de productos típicos sorianos, amenización teatral a bordo, traslado en autobús y visita a la ermita de San Saturio y a San Juan de Duero, recorrido guiado por el centro histórico de Soria (iglesia de Santo Domingo, Instituto Antonio Machado y casino Amistad Numancia), visita a la Laguna Negra y al yacimiento arqueológico de Numancia, pasaporte para promociones y descuentos en bares de tapas, restaurantes y comercios, y una noche en hotel de 2 o 4 estrellas, con desayuno incluido. El precio es de 105 euros por persona (en hotel de 2 estrellas) o de 120 euros (en hotel de 4 estrellas). Reservas. Soria Vacaciones (975 232 252). Más información. Turismo de Soria (975 212 052).

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Soria machadiana (I): el poeta, la niña y la muerte

Monumento a Machado y Leonor

Monumento a Machado y Leonor junto a la ermita del Mirón, donde el poeta solía ir con su mujer enferma.

Días pasados comenzó la segunda temporada del tren Campos de Castilla, una ruta ferroviaria y literaria que permite a los viajeros ver Soria con los ojos de los grandes escritores que pasaron por ella. Para apoyar esta feliz iniciativa, vamos a recordar al más famoso de ellos, Antonio Machado, y los cinco años que vivió en la ciudad castellana (1907-1912). En una segunda entrega recorreremos los lugares que frecuentó, incluido, ¡ay!, el cementerio donde yace Leonor.

En 1912 Machado publicaba Campos de Castilla, el libro que lo consagraba como un gran poeta, y perdía a Leonor, lo que más quería. Cinco años antes, el joven y aún desconocido autor de Soledades había llegado a la estación de Soria, ligero de equipaje, sin sospechar que esta ciudad castellana iba a hacerle latir el corazón más fuerte que ningún otro lugar del mundo y rompérselo en mil pedazos.

Por qué Machado eligió Soria, nadie lo sabe. Baeza y Mahón eran otras vacantes que podía haber escogido el 4 abril de 1907, cuando aprobó las oposiciones para profesor de lengua francesa. La ciudad andaluza, para un sevillano, parecía la mejor opción. Pero él explicaba, entre veras y burlas, que poco antes se había estrenado El genio alegre, de los hermanos Quintero, y que alguien le había recomendado: “Vaya usted a verla: en esa comedia está toda Andalucía”. Machado fue. “Y me dije: si es esto de verdad Andalucía, prefiero Soria”. Hacía casi 24 años que se había mudado con su familia a Madrid, cuando era un niño de ocho. En un plato de la balanza, debió de poner sus “recuerdos de un patio de Sevilla”. En el otro, “veinte años en tierra de Castilla”. Quizá fue determinante la proximidad a la capital, donde tenía todo lo que quería: familia, amigos, vida cultural… Soria está a 250 kilómetros de Madrid. Baeza, a más de 300. Y Mahón… Vaya usted a saber a cuánto está Mahón.

Instituto Antonio Machado

Instituto Antonio Machado, donde el poeta enseñaba francés. Y la prueba de que nunca suspendía a nadie.

El viaje de Madrid a Soria tampoco es que fuera un paseo. Machado lo pudo comprobar enseguida, al trasladarse para tomar posesión de su puesto: salió de la estación madrileña de Atocha a las ocho de la tarde del 30 abril y llegó a su destino a las seis de la mañana del día siguiente, después de haber hecho transbordo de madrugada en Torralba del Moral, cerca de Medinaceli. Pero esto, que para otros era un suplicio, para él era un placer. Machado estaba hecho, casi más que para la poesía, para los largos viajes en ferrocarril: “Yo, para todo viaje / ­­–siempre sobre la madera / de mi vagón de tercera–, / voy ligero de equipaje. / Si es de noche, porque no / acostumbro a dormir yo, / y de día, por mirar / los arbolitos pasar, / yo nunca duermo en el tren, / y, sin embargo, voy bien.”

Peor acomodo iba a hallar un joven culto y liberal como él en una ciudad tan chica (7.000 habitantes) y conservadora, capital de una provincia agrícola y ganadera, cuyas únicas distracciones eran tres periódicos bisemanales, tres casinos y tres cafés en los que no se hablaba más que de brutales asesinatos e incendios provocados, baldones del depauperado campo soriano de aquella época. Una ciudad casi invisible para el resto del mundo, a la que la Guía Baedeker de España y Portugal dedicaba un solo párrafo, a pesar de sus numerosos templos románicos y del claustro de San Juan de Duero, ruina la más romántica del país. Una ciudad venida a menos, empequeñecida más si cabe por la sombra legendaria de la cercana Numancia, cuyos restos estaban siendo excavados a la sazón por el arqueólogo alemán Adolf Schulten: “¡Muerta ciudad de señores / soldados o cazadores; / de portales con escudos / de cien linajes hidalgos, / y de famélicos galgos, / de galgos flacos y agudos, / que pululan por las sórdidas callejas, / y a la medianoche ululan, /  cuando graznan las cornejas!”.

Antes que como un gran poeta –que, aunque lo era, aún no tenía fama de tal–, Machado se reveló como un buen profesor; o, mejor dicho, como un profesor bueno, que jamás suspendía a ninguno de sus alumnos, pues, como sus maestros de la Institución Libre de Enseñanza, aborrecía los exámenes y la memorización de datos estériles, que nada aportaban al desarrollo del individuo. A pocos pasos del Instituto, en la calle Estudios esquina con Teatinos, se hallaba la pensión de Ceferino Izquierdo e Isabel Cuevas, a donde Machado se trasladó en diciembre, dos meses después de comenzar el curso, forzado por el cierre de la que hasta entonces lo había hospedado. Pronto simpatizó con la hija mayor de los dueños, Leonor. ¿Le recordaría aquella niña de 13 años a su hermana Cipriana, fallecida a los 14? Es posible. ¿Y pudo ella ver en aquel hombre sensible de 32 al buen padre que no tenía, pues Ceferino, guardia civil retirado, era de genio áspero y empinaba el codo? También.

Ermita de San Saturio

Ermita de San Saturio, junto al Duero, a donde el tímido Machado paseaba siguiendo de lejos a Leonor.

En abril de 1908 Machado fue nombrado vicedirector del Instituto. Cualquiera diría (cualquiera que no lo conociera) que se estaba integrando en la sociedad soriana. Publicaba poemas y artículos en la prensa local (sobre todo, en Tierra Soriana, con cuyo redactor jefe, José María Palacio, acabaría teniendo una entrañable relación). Asistía con asiduidad al Círculo de la Amistad, el casino reservado para el estado llano. Y daba largos paseos, como un soriano más, por la ribera del Duero, entre San Polo y San Saturio, donde poco a poco iban brotando, como nuevos álamos al arrimo del río, los versos de Campos de Castilla, los que le harían famoso. Pero lo cierto es que Machado estaba deseando escapar de allí y que, si no se animaba a hacerlo, es porque bebía los vientos por Leonor.

¿Y qué podía hacer para declararse un tímido tan tímido, tanto que no osaba acercarse a Leonor cuando esta paseaba con sus tías y hermanos por la orilla del Duero, sino que la seguía de lejos? Pues lo que hizo: dejar con cuidadoso descuido estos versos, para que ella los leyera: “Y la niña que yo quiero, / ¡ay!, preferirá casarse / con un mocito barbero”. Parece ser que, en efecto, había un barbero que la pretendía, pero la niña prefirió al poeta. Y también sus padres, que consintieron en la boda con la condición de que no se celebrara hasta julio de 1909, cuando ella hubiera cumplido 15.

“El día de mi boda –le confesó Machado años más tarde en una carta a Pilar de Valderrama– fue para mí un verdadero martirio”. La víspera del enlace, uno de los tíos de Leonor le espetó al novio: “No olvide usted que mi sobrina es una niña”. “Lo sé –le contestó Machado– y no lo olvido”. A la ceremonia, que tuvo lugar el 30 de julio en la iglesia de Santa María la Mayor, en la Plaza Mayor, asistieron “gentes desocupadas” atraídas por una “insana curiosidad”, y tras ella, “unos cuantos jóvenes ineducados faltaron al respeto debido a todo el mundo”. Los entrecomillados son de la crónica que publicó Tierra Soriana, donde se da a entender que la unión de dos personas de edades tan distintas disparó el morbo y que hubo quien acudió con la única intención de aguar la fiesta.

Cementerio del Espino

Los ángeles de piedra del cementerio del Espino velan el sueño eterno de Leonor, el ángel de Machado.

Seguro que aquello no acrecentó las pocas ganas que Machado tenía de quedarse. Ya nada lo retenía, salvo su trabajo, y el 10 de marzo de 1910 solicitó una beca a la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas para estudiar un año en París. Mientras llegaba la respuesta, siguió con sus clases y con la composición de Campos de Castilla. De una excursión que hizo aquel verano a las fuentes del Duero, en la sierra de Urbión, saldría La tierra de Alvargonzález. No de golpe, claro, porque los poemas de Machado tardaban meses, años incluso, en adoptar la forma definitiva.

El 18 de diciembre, la Gaceta de Madrid anunciaba que a D. Antonio Machado y Ruiz, catedrático del Instituto de Soria, se le había concedido una pensión de un año, a partir del 1 de enero de 1911, “para hacer estudios de Filología Francesa en Francia, con 350 pesetas mensuales, 500 para viajes y 200 para matrículas”. París era un sueño para Machado, un sueño que le iba a ofrecer la posibilidad de asistir a las clases del filósofo Henri Bergson y estrechar la amistad con Rubén Darío. Pero un sueño que, una vez hecho realidad, se tornó la peor de las pesadillas cuando, el 14 de julio, en plena fiesta nacional francesa, Leonor vomitó sangre: “Una noche de verano / –estaba abierto el balcón / y la puerta de mi casa– / la muerte en mi casa entró. / Se fue acercando a su lecho / –ni siquiera me miró–, / con unos dedos muy finos, / algo muy tenue rompió”. La tuberculosis, como le diría después Antonio Machado a su madre, les había “herido como un rayo en plena felicidad”.

De regreso en España, en septiembre de 1911, la salud de Leonor pareció mejorar, pero el crudo invierno soriano volvió a postrarla, de ahí que, al llegar la primavera, la pareja decidiera trasladarse de la casa de los padres de ella, donde se había instalado tras la boda, a otra en las vecindades de la ermita del Mirón, uno de los lugares más altos y ventilados de la ciudad, donde no faltaba el aire puro que los médicos siempre recomendaban en estos casos. Mariano Granados, que fue alumno de Machado en el Instituto, nunca olvidaría la escena que se repitió aquellos días en “el paseo del Mirón, amplio balcón entresolado que domina toda la ciudad y el hocino del Duero. Allí está don Antonio. Pero ahora empuja el cochecito donde afilada, fina, casi transparente, toma el sol Leonor, con su tez pálida y su belleza quebradiza, y sus manos exangües y la mirada infantil, un poco asombrada, de sus ojos que miraban ya desde la profundidad de sus ojeras”. Machado, con la excusa de contemplar mejor el paisaje, se alejaba lo suficiente de la tapia soleada junto a la que reposaba la enferma en su cochecito y lloraba sin que ella lo advirtiera, sin afectación, sin consuelo.

Iglesia de Santo Domingo

Machado, al que decían hereje y masón, acompañaba a Leonor a la iglesia románica de Santo Domingo.

En abril de 1912 se publicó Campos de Castilla, con inmediato éxito de ventas y entusiasta acogida de la crítica. En un abrir y cerrar de ojos, Machado pasó de ser el poeta casi anónimo de Soledades a la voz lírica más señera de la Generación del 98. El poema A un olmo seco, fechado ese mismo año, sugiere que pudo haber habido una mejoría momentánea de Leonor. Pero, el 1 de agosto, la muerte le asestó el último guadañazo y se la llevó a hacer compañía a los ángeles de piedra del cementerio del Espino. “Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería. / Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar. / Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía. / Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar”.

Antonio Machado partió el 8 de agosto, en el tren de la noche. Su próximo destino académico sería Baeza. Tan sólo regresaría a Soria unas horas, 20 años más tarde, cuando lo nombraron hijo adoptivo de la ciudad. Pero donde quiera que estuviese, su corazón siempre volvía a ella, para estar con ella. “En Córdoba la serrana, / en Sevilla marinera / y labradora, que tiene / hinchada, hacia el mar, la vela; / y en el ancho llano / por donde la arena sorbe / la baba del mar amargo, / hacia la fuente de Duero / mi corazón ¡Soria Pura!  / se tornaba… ¡Oh, fronteriza / entre la tierra y la luna! / ¡Alta paramera / donde corre el Duero niño, / tierra donde está su tierra!”. La tierra de Leonor, claro.

Cómo ir. El tren Campos de Castilla (Madrid-Soria-Madrid) circula 12 fines de semana desde mayo hasta noviembre. El viaje, de dos días de duración, incluye, además del tren, una degustación de productos típicos sorianos, amenización teatral a bordo, traslado en autobús y visita a la ermita de San Saturio y San Juan de Duero, recorrido guiado por el centro histórico de Soria (iglesia de Santo Domingo, Instituto Antonio Machado y casino Círculo de la Amistad), visita a la Laguna Negra y al yacimiento arqueológico de Numancia, pasaporte para promociones y descuentos en bares de tapas, restaurantes y comercios, y una noche en hotel de 2 o 4 estrellas, con desayuno incluido. El precio es de 105 euros por persona (en hotel de 2 estrellas) o de 120 euros (en hotel de 4 estrellas). Reservas. Soria Vacaciones (975 232 252). Más información. Turismo de Soria (975 212 052).

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Cabo de Gata (Almería): Vulcano, Eolo y Neptuno

La revista Rutas del Mundo, dirigida por Josep Borrell, me dedicó en su número de marzo la sección Un fotógrafo y un destino, donde publiqué algunas fotos del Cabo de Gata (Almería). Seguramente he hecho fotos mejores en otros lugares del mundo, pero no más queridos que éste. Para ver el reportaje, hacer clic en la imagen de arriba o aquí: ?attachment_id=4274

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