Pino de la Cadena (Cercedilla, Madrid): memoria de hierro

Pino de la Cadena (Cercedilla, Madrid)

"A su querida memoria, 1840-1924": así dicen las letras de hierro que rodean el pino albar de la Cadena.

Este pino albar, monumento vivo al amor filial, se alza en las vecindades de El Ventorrillo, junto al camino que baja a la pradera de las Cortes. Es uno de los árboles más singulares de la sierra de Guadarrama. Con dedicatoria, que sepamos, no hay otro. Su historia es de lo más curioso.

Todos hemos pensado alguna vez cómo seremos recordados cuando nos hayamos ido. La idea de morir sin que nada ni nadie guarde memoria de nosotros nos resulta penosa. Lo contrario (mármoles indestructibles y 30.000 misas, como las que mandó decir Felipe II por su alma), más penoso todavía. El recuerdo digno y mesurado no es una práctica habitual en nuestra cultura. De la sencillez y el buen gusto, en los cementerios, se puede decir lo mismo que Tácito comentó sobre ciertas caras en el funeral de Junia: brillan por su ausencia. Y fuera de ellos, la imaginación popular no da más que para llenar de cruces los acantilados y las cunetas. Esta es la historia de una hermosa excepción.

En el verano de 1924, el empresario Nicolás María Urgoiti –creador de La Papelera Española, del diario El Sol y de la editorial Calpe, entre otras muchas cosas– estaba pasando unos días en la casa que tenía en el paraje de El Ventorrillo (Cercedilla), al lado del albergue del Club Alpino Español, cuando vinieron a avisarle de la muerte de su padre. Hombre metódico, este señor tenía, entre otras costumbres, la de pasearse todas las mañanas por el camino de la pradera de las Cortes y la de demorarse, a cierta altura del mismo, leyendo recostado en un pino de su gusto: el regente del albergue, Isidro Jiménez, sabía que lo encontraría allí. Isidro, que fue el mensajero de la mala nueva, le contó este sucedido a su hijo Cipriano, quien a su vez, ya septuagenario, nos lo refirió a nosotros.

Al destino, como observaba Borges, le agradan las simetrías. Aquel pino albar, precisamente aquel en que Urgoiti estaba apoyado cuando recibió la triste noticia, acababa de ser señalado para el corte: había llegado también su hora. Urgoiti, a pesar de su dolor, reparó en esa siniestra alianza de hachas y guadañas y no la quiso permitir: localizó al maderista, le compró el ejemplar y dispuso que se le ciñera la base del tronco con una gruesa cadena de cuyos eslabones pendieran, mientras el árbol viviese, las letras de un escueto epitafio: “A su querida memoria, 1840-1924”. ¡Qué antiguo misterio es la sociedad de los árboles y los muertos! ¿Será preciso decir que le estaba dedicando a su padre algo más que un símbolo de larga vida: un árbol concreto, un ser vivo con su savia, su simiente, su ansia de sol y su carne de madera tremando en los días de ventisca y las noches de lobos; con su sombra, su vereda, sus hermanos, su río Navalmedio y su sierra de Guadarrama?

Mucho ha llovido y nevado desde entonces en El Ventorrillo. Ya no es aquel lugar agreste y remoto al que los primeros esquiadores subían a patinar (así decían ellos) caminando desde la estación de Cercedilla por el atajo del Calvario. El refugio que construyó en 1907 Manuel González de Amezúa –y que amplió en 1909, al poco de fundar el Club Alpino Español– fue demolido tras la Guerra Civil. Residencias bancarias, cocheras de máquinas quitanieves y otros edificios salpican hoy esta ajetreada curva de la carretera del puerto de Navacerrada. Nada en ella recuerda a Urgoiti. Ni siquiera su casa, escondida en el pinar, luce ya el letrero Nicotoki (el lugar de Nico, en vasco). Pero no muy lejos, a la vera del camino que baja a la pradera de las Cortes, el Pino de la Cadena sigue hablando con palabras de hierro a los paseantes y a los guardas forestales que, cada cierto tiempo, abren el candado y lo pasan por el siguiente eslabón para evitar que el viejo árbol se estrangule.

Valle de Navalmedio

El Pino de la Cadena es singular, pero no está solo: forma parte de uno de los bosques más bellos de la sierra.

Para conocer este símbolo de amor filial y ecológico, hay que echarse a andar por la pista forestal que nace en el kilómetro 15,5 de la carretera del puerto de Navacerrada (M-601), a mano izquierda según se sube. En diez minutos, llegaremos a una bifurcación, y cien metros más adelante, por el ramal descendente, descubriremos este pino de casi 200 años de edad en la orilla misma de la pista.

Existe, sin embargo, otro camino mejor, más agradable. En vez de acercarnos al Pino de la Cadena bajando desde El Ventorrillo, que ahora es un sitio con mucho tráfico y poco carácter, podemos hacerlo remontando el valle desde la presa de Navalmedio. Es un itinerario circular más largo, de unos cinco kilómetros y dos horas de duración, pero muy sencillo, sin pérdida posible si se siguen las indicaciones que vamos a dar y se descarga en el móvil la ruta que aparece en https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/pino-de-la-cadena-cercedilla-madrid-131514258

El punto de partida de esta ruta es la presa de Navalmedio, a donde nos llegaremos en coche por la carreterilla que se desvía a la izquierda en el kilómetro 12,500 de la M-601 (Villalba-puerto de Navacerrada), junto al restaurante La Fonda Real. Tras recorrer dos kilómetros, aparcaremos junto a la valla que rodea el embalse y nos echaremos a andar por el camino de tierra que nace allí mismo, a mano derecha, tras una barrera metálica pintada de color marrón que impide el paso de vehículos.

Ascendiendo siempre por el frondoso pinar, el camino cruza enseguida el río Navalmedio, bordea luego una serie de praderas –la mayor de todas, la de las Cortes, en la que yacen las ruinas de un campamento juvenil– y, tras salvar de nuevo la corriente, vira bruscamente a la derecha para llegar a la altura del pino como a tres cuartos de hora del inicio. A sus casi dos siglos, no está ciertamente en la flor de la vida. De hecho, tiene algunas ramas secas y diríase que lo único que aún lo ata a este mundo es la cadena que abraza amorosamente su tronco de cuatro metros de circunferencia.

En la siguiente bifurcación de la pista forestal, tomaremos por el ramal de la derecha –el de la izquierda nos llevaría al puerto de Navacerrada–, que discurre llano hasta El Ventorrillo. Entre el garaje de las máquinas quitanieves y la antigua casilla del Icona (ver en Google Maps) nace un camino que, tras franquear un paso peatonal, se arrima a la casita de la Institución Libre de Enseñanza y desciende raudo hacia el embalse de Navalmedio. Es el viejo atajo del Calvario, casi tan viejo como el Pino de la Cadena.

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7 respuestas a Pino de la Cadena (Cercedilla, Madrid): memoria de hierro

  1. Beatriz dijo:

    Una historia maravillosa, como muchas (si no todas) de las que rondan la Sierra de Guadarrama a la que nos sentimos estrechamente ligados desde la infancia (allí fue nuestro bautismo de nieve) y allí aprendieron a esquiar varias generaciones de nuestra familia, incluido un abuelo patinador que lo hacía con pantalones de pana y jersey de punto, remontando a pie las laderas por las que luego descendía.

  2. Nicolás Bogdas Mir dijo:

    Qué bonita historia desconocida para mí, qué gran detalle.
    Y qué ganas de ir a verlo, lo tendré pendiente en esta vida.
    Ahora sé algo mas de mi bisabuelo.

    Muchas gracias, Andrés.

  3. Raquel dijo:

    Llevo un buen rato disfrutando cada relato, me parece espléndido el blog, sugestivo, sensible e inteligente; imagino que no es nada nuevo. No sabes cómo se agradece que, entre tanto desalmado que odia su casa y le encanta echarse a los montes y lugares para enlatar fotos y difundir molestamente sus errabundas y paquidérmicas intrusiones, se encuentre también gente como vosotros, acertados zahoríes, literarios, generosos… !Gracias!

  4. Pepo dijo:

    Andrés, aprovechando que no estamos muy lejos nos hemos acercado hasta el pino. La verdad es que los ayuntamientos del Guadarrama deberían de hacerte un homenaje por todo lo que has escrito de ellos ayudando a conservar viva la memoria de estas montañas…

    Por si le sirve a alguien, la pista que indica en su artículo Andrés parte justo en la curva a la izquierda que hace la M-601 (al pasar el Centro de Vialidad Invernal de El Ventorrillo). Hay un gran cartel azul que indica “Monte Pinar Baldío” y hay espacio para un par de coches justo donde empieza la pista forestal. Es un paseo corto pero magnífico. Bueno, cualquier paseo por el sierra de Guadarrama lo es…

    Una vez más ¡gracias por recuperar la memoria y las historias íntimas de la Sierra, Andrés!

  5. Inma Gutiérrez dijo:

    Bellísimo, Andrés. Una historia conmovedora que tú has hecho aún más emocionante. Gracias por regalárnosla.

  6. andrescampos dijo:

    Sí, Pepo, es una bonita historia. Me la contaron en Cercedilla hace ya unos cuantos años, alrededor de 15, y la escribí en el diario El País. Pero aquella primera versión tenía varios errores y lagunas que he subsanado ahora, hablando con más gente del pueblo e investigando un poco sobre Nicolás María Urgoiti, un personaje sumamente interesante, fundador de El Sol, amigo de Ortega y Gasset… Te paso una breve reseña biográfica de él, por si a ti o a alguna de las personas que consultan este blog os pudiera interesar: http://www.euskomedia.org/aunamendi/136711.

  7. Pepo dijo:

    Magnífica historia, Andrés.

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