Tren Eléctrico de Cercedilla (Madrid): caballo perdedor (y II)

Estación del Puerto de Navacerrada (Cercedilla, Madrid)

La estación de ferrocarril del Puerto de Navacerrada (Cercedilla, Madrid), bajo un metro y medio de nieve.

Segunda entrega de la historia del Ferrocarril Eléctrico creado en 1923 por el Sindicato de Iniciativas del Guadarrama. En ella se cuenta, entre otras cosas, cómo la hija de Franco, embarazada de Carmencita, pudo ser evacuada en tren del puerto de Navacerrada durante una nevada de órdago en el invierno de 1950-51. Seis décadas después, peligra su existencia.

En la primera memoria del Sindicato de Iniciativas del Guadarrama, de 1917, podemos leer los pintorescos motivos que impulsaron la construcción del ferrocarril, formulados con prosa igualmente pintoresca: “Muchísimas veces, en nuestras excursiones a la Sierra de Guadarrama, hemos oído lanzar a nuestro alrededor esta exclamación: ¡¡Si esta Sierra estuviera tan cerca de París o de Londres como lo está de Madrid, estaría cuajada de tranvías, funiculares, hoteles, campos de sport, etc.!! Todos asentíamos y no faltaba quien agregase: ¡Ya vendrá una compañía francesa o inglesa que lo haga!… Sin embargo, en los tiempos que corremos de afirmación nacional y de exclusivismos patrios, varios dimos en pensar por qué había de ser una sociedad extraña la que hiciera todo esto y no nosotros mismos. ¿Es el problema inabordable a una entidad española? Evidentemente, no”.

El tendido de la vía férrea se consumó, como hemos visto, pocos años más tarde, en 1923; el Sindicato emprendió asimismo la construcción del hotel Victoria en el puerto de Navacerrada y la urbanización de algunos terrenos a la vera de ferrocarril –como la lujosa colonia de Camorritos–, pero afortunadamente para la naturaleza madrileña, otros proyectos que bullían en los frenéticos cerebros del Sindicato, como la prolongación de la vía hasta casi las lagunas de Peñalara (hoy parque natural), o el tendido de dos funiculares aéreos a las cumbres de Cabezas de Hierro y Peñalara (hoy dentro de sendos parques naturales), o la conexión del Eléctrico con la línea Madrid-Burgos a través del alto valle del Lozoya (hoy tres cuartos de lo mismo) se quedaron en agua de borrajas, y no por falta de ganas, sino de dinero, que entonces no había escrúpulos ecológicos. (Ni tampoco ahora, todo hay que decirlo, pero ésa ya es harina de otro costal).

Creado, pues, con capital privado, el Eléctrico pasó años muy difíciles durante y después de la Guerra Civil, como todo el mundo, y no fue hasta su incorporación a Renfe, en marzo de 1954, cuando se garantizó su explotación, ruinosa se mire por donde se mire, aprobándose de paso la prolongación hasta el puerto de Cotos del trazado original, que, de poco más de 11 kilómetros, pasaba así a sumar un total de 18.

Cuentan las malas lenguas que el tren estaba en un tris de desaparecer cuando sucedieron dos hechos providenciales: el primero, la celebración, en el invierno de 1950-51, de una competición de esquí entre deportistas españoles, andorranos y franceses en el puerto de Navacerrada; el segundo, la asistencia a la entrega de premios de Carmen Franco y Polo, a la sazón embarazada de Carmencita. Finalizado el acto, se desencadenó una nevada de aquí te espero, la carretera fue cerrada al tráfico, la hija de Franco empezó a encontrarse mal y, de no ser por los más de cien operarios que se habían ocupado de mantener expédita la vía del Eléctrico, nadie sabe lo que allí hubiera ocurrido. Lo que sí parece claro es que, de resultas de estos hechos, el ministerio de Obras Públicas tomó conciencia de lo útil que podía ser este tren y, casi como en agradecimiento a los servicios prestados, empezó a estudiar la posibilidad de adquirirlo, como así fue.

Asegurada su supervivencia, el Ferrocarril Eléctrico del Guadarrama ha sabido mantener el tipo a lo largo de las últimas seis décadas, trepando como un macho por pendientes del seis por ciento, a través de la niebla y la cellisca, de la nieve y el vendaval, y aunque caigan vacas del cielo, ofreciendo a los pasajeros el espectáculo de los valles del cóncavo de Siete Picos, de Navalmedio y de Valsaín, donde arraigan los pinares más hermosos de la creación. Un lunes, o un martes, lo veréis subir casi de vacío. Pero cuando llega el fin de semana… Cuando llega el fin de semana, es el mismo camarote de los hermanos Marx que tantas veces hemos disfrutado en nuestras incursiones serranas: “Llegados a Cercedilla, ya antes de detenerse la unidad eléctrica de Renfe”, recuerda Javier Aranguren, autor de una excelente monografía sobre el Eléctrico, “nos bajábamos como podíamos –las portezuelas acabaron siendo no automáticas– y corriendo atravesábamos la sala de venta de billetes para, saliendo a la carretera, subir por ésta hasta la entrada que a 30 metros tenía el Eléctrico, y una vez en ella, por un angosto camino se llegaba al andén donde, para más emoción, esperaba un solo coche motor a aquella masa. Habitual de aquella reunión era la Guardia Civil, que intentaba poner orden sin conseguirlo, los sufridos ferroviarios (que soportaban el mal humor de muchos viajeros) y el resto, nosotros, que entrábamos a sangre y fuego en el vehículo… Una vez todos dentro, como podíamos (algún bajito, prensado, no pondría los pies en el suelo en todo el trayecto), la suave marcha de la unidad circulando sobre una vía en muy malas condiciones, y los garrotes que tenía –innumerables– iban consiguiendo, con sus golpes, el ir ajustando a todos para permitir un levísimo movimiento de nariz, a la vez que notar las ataduras durísimas de los esquís del vecino a la altura del hígado, y los pelos del gorro de lana de la vecina en la boca. Después, el sufrido interventor, que poco menos que volaba por aquel enjambre de gente buena (un porcentaje alto con su correspondiente billete), canciones, hasta que el maquinista salía por la puerta del testero una vez detenido el tren y, a voces, decía que de allí no pasábamos… Después, sacaba como podía la pértiga del teléfono portátil, levantaba el largo palo hasta enganchar un pequeño garfio sobre el hilo superior de los dos que tenía el hilo telefónico al lado de la vía, y tirando del palo hacia abajo conseguía que otro garfio conectara con el hilo inferior, y así, enchufado el cable al coche, daba vueltas a la manivela de la magneto y creo que oyendo mejor por el valle que por la línea telefónica, a grandes voces, decía más o menos: ¡¡¡Cercedilla!!! ¡¡¡No paso de Peña Hueca… está lleno de nieve!!! ¡¡¡¿Subís con las palas o bajo?!!!”.

Senderistas, escaladores, ciclistas de montaña y esquiadores equipados con materiales y fibras futuristas componen hoy el festivo pasaje del eléctrico. Los tiempos han cambiado, pero si aguzáis bien el oído, escucharéis, a la caída de la tarde, un aullido que no es de este mundo resonando en el cóncavo de Siete Picos. Es el último tren que baja del puerto de Navacerrada y sigue la senda de los lobos y de tantos y tantos espíritus buenos como deambulan por el Guadarrama.

Cómo llegar. El Eléctrico forma parte de la denominada Zona Verde o C-9 de la red madrileña de Cercanías, desde cualquier punto de la cual se puede acceder a Cercedilla, estación de partida del mismo. Horario. Hay cinco trenes diarios desde Cercedilla, a las 9.00, 11.00, 13.00, 15.00 y 17.00. La duración del recorrido es de 32 minutos hasta el puerto de Navacerrada y de 55 hasta el de los Cotos. Precio. 6,20 euros cada trayecto desde cualquier punto de la red de Cercanías. Más información. Cercanías Renfe: 902 320 320. Turismo de Cercedilla: 918 525 740.

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4 respuestas a Tren Eléctrico de Cercedilla (Madrid): caballo perdedor (y II)

  1. Coché dijo:

    Muy bueno. Me encanta cómo escribes y los temas que eliges.

  2. andrescampos dijo:

    Juan Nadie Jones nos avisó a través de Facebook de que, en la primera redacción de esta entrada, hablábamos de Carmen Polo de Franco (la mujer de Franco) cuando en realidad se trataba de Carmen Polo y Franco (la hija de Franco). Le estamos muy agradecidos. El error, como puede verse, ya ha sido subsanado.

  3. Carmen Morales Mateo dijo:

    Muy interesante también esta segunda parte, Andrés. Y la fotografía es un respiro para los calores que estamos pasando ahora mismo en el centro de la península, muy buena también. Esperemos que no nos cambien el Eléctrico por un AVE, aunque ahora mismo, como estamos, no creo que se les ocurra.

  4. manuel dijo:

    Me han gustado las dos entregas del Ferrocarril Eléctrico que, por ser parte viva de la historia del Guadarrama, es, generalmente, poco conocido. Le deseamos larga vida pero, tal y como está, no vaya a ser que a algún cerebro progre del Ministerio de Fomento se le ocurra sustituirlo por un AVE que llegue en diez segundos a Navacerrada y nos perdamos el paisaje.

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