La vieja presa del Gasco, en Las Rozas (Madrid), uno de esos lugares que no aparecen en los mapas.
Recordando los días de su niñez, los de la séptima década del siglo XIX, Joseph Conrad famosamente escribió: “En aquellos tiempos, había muchos espacios en blanco en la Tierra, y cuando veía uno que parecía particularmente tentador en el mapa (y cuál no lo parece), ponía mi dedo sobre él y decía: Cuando sea mayor iré allí” (El corazón de las tinieblas). Un siglo y medio después, el ojo que todo lo ve de Google Earth nos ha hipnotizado hasta el extremo de hacernos creer que ya no quedan lugares en blanco sobre la faz de la Tierra. Y es una lástima, porque haberlos, haylos, y mucho más cerca de lo que pensamos.
En 1992, Álex Grijelmo, hoy presidente de la Agencia EFE y entonces redactor jefe de la sección de Madrid del diario El País, me encargó que escribiera cada semana un artículo de viajes sobre algún rincón interesante de la Comunidad de Madrid, cuya elección dejó a mi antojo, pensando tal vez que no había muchos dónde elegir y que a los pocos meses habría completado la lista obligada: Chinchón, Alcalá de Henares, San Lorenzo de El Escorial, el hayedo de Montejo, el monasterio del Paular… Doce años y casi 600 artículos después, yo seguía escribiendo en el periódico sobre distintos lugares de Madrid, sin repetir ninguno, para gran sorpresa de los lectores y del enésimo redactor jefe de la sección, que no se explicaban cómo una región tan pequeña daba tanto de sí.
El secreto para alargar hasta lo infinito aquel encargo (secreto que descubrí muy pronto, en cuanto hice y publiqué dos o tres rutas en coche que abarcaban docenas de pueblos y una porción alarmantemente grande del territorio madrileño) no era otro que viajar lo más despacio posible; es decir, a pie. “Caminar hace del mundo el lugar inmenso y agradable que era antiguamente” (Lawrence Millman, En los confines del mundo).
Gracias al senderismo, no sólo prolongué en el tiempo un trabajo entretenido, sano y lucrativo, sino que descubrí lugares que no figuraban en los mapas, lugares en blanco cuyo nombre tan sólo se conservaba en la memoria de los viejos pastores o en los libros centenarios de Casiano del Prado, Constancio Bernaldo de Quirós, José Fernández Zabala, Enrique de Mesa y otros. La cruz del Mierlo, la peña de la Mora, el canal de Cabarrús o la presa del Gasco son algunos de esos melancólicos y solitarios lugares que estaban perdidos o a punto de perderse sin dejar rastro, como agua en el agua.
El propósito de este blog que nace hoy no es otro que continuar y compartir aquella labor descubridora, sugiriendo distintas rutas de senderismo para hacer cada fin de semana, en la región madrileña y en toda España, pero también alojamientos con encanto, bodegas, restaurantes, playas salvajes, cuevas, cascadas, faros, volcanes, árboles singulares y todo aquello que pueda hacer la felicidad del viajero curioso, el que no se resigna a ir donde va Vicente, siempre por caminos trillados, a los lugares que aparecen en todos los mapas. “Apártate de los caminos frecuentados: sigue los senderos” (Pitágoras).
me alegro haber coincidio en Conrad y haberlo hecho al inicio pero como digo en mi blog, quedan muchos espacios en blanco en la imaginación del viajero, nuestro padre, o sea Dios, nos deposito en este valle de lágrimas para intentar descubru al lectos esos espacios en blanco y hacerlo de la forma más hermosas posible. No pierda uste el norte virtual camarada ¡¡¡¡¡¡¡ viva cubalibre!!!!!!!!!!!!!!!