Berlín ‘kostenlos’ (o sea, gratis)

Atarceder en Yaam

Puesta de sol sobre el río Spree, vista desde el chiringuito playero Yaam. Este momento mágico es gratis.

Kostenlos. Frei. Gratis. De las tres formas se puede decir en alemán lo que el viajero ahorrador más agradece. Gratis no se viaja, vale, pero hay viajes a Berlin para todos los bolsillos y hay fórmulas para que la estancia en la capital alemana salga casi regalada: museos y atracciones sin coste, picnics en el parque o en la playa, mercadillos de todo a un euro, mucha comida callejera y, por la noche, bailes agarrados con una cerveza bien (pero que muy bien) estirada.

1 Música para comer. Asistir a un concierto de la Filarmónica es un plan caro, reservado para gente con posibles o para humildes y pacientes melómanos que se tiran varios años llenando el cerdito con las vueltas del pan. Quizá para compensar (o para despistar), los martes, a las 13.00, miembros de la Filarmónica y de otras orquestas de la ciudad tocan en el foyer sin coste alguno para los asistentes. Se llaman Lunch Concerts, o conciertos de la hora de comer, pero hay que llegar con tal anticipación para conseguir asiento (mínimo, 45 minutos), que más bien son de la hora del bocata. Estos conciertos son también una buena ocasión para admirar el edificio de la Philarmonie, obra de Hans Scharoun (1893-1972), uno de los máximos exponentes de la arquitectura orgánica europea.

2 En bici, metro y autobús. En Berlín, lo suyo es moverse en bici, que se puede alquilar en el propio hotel o en la tienda de la esquina por unos 12 euros al día. Otra opción económica es la tarjeta Berlin Welcome, que por 19,50 euros permite usar durante 48 horas el eficacísimo transporte público berlinés. Colarse en el metro resulta tentador: no hay tornos, pero sí revisores que van de paisano y a comisión, así que las multas de 60 euros (hasta hace poco eran solo de 40 euros) no siempre se ven venir y se pagan sí o sí, como hay Gott. Si se quiere tener la sensación de estar viajando gratis, es mejor coger el autobús número 100, que hace un recorrido casi idéntico a los panorámicos que usan los turistas y no cuesta nada, si se tiene la tarjeta Berlin Welcome (si no, son 2,70 euros, como cualquier otro autobús urbano). El 100er Bus o Hunderter Bus fue el primero que, tras la reunificación alemana, circuló entre el centro del Berlín occidental (Zoologischer Garten) y el centro del oriental (Alexanderplatz) y en su ruta enhebra lugares tan emblemáticos como la iglesia memorial del Kaiser Guillermo, la columna de la Victoria, el Reichstag, la puerta de Brandeburgo, la Catedral o la torre de la Televisión. Y lo hace en solo 27 minutos. Lo bueno, si breve y gratuito, tres veces bueno.

Estación de metro de Alexanderplatz

Estación de Alexanderplatz. Colarse en el metro es fácil, toda una tentación, pero las multas son finas.

3 Tour clásico o alternativo. Todos los días, a las 11.00 y a las 14.00, se puede hacer un tour a pie gratuito con un guía de habla española por gentileza de Sandemans, recorriendo durante dos horas y media el Berlín esencial, desde la puerta de Brandeburgo hasta la torre de la Televisión y desde el Checkpoint Charlie hasta la Catedral. Bueno: gratuito, gratuito, no es. Se entiende que hay que darle al guía la voluntad, como a las abuelitas que enseñan las iglesias en los pueblos españoles. Lo mismo ocurre con los paseos de Alternative Tours, que, como su nombre indica, visitan lugares poco convencionales: granjas urbanas, ruinas llenas de grafitis, talleres de artistas, tiendas raras...

4 Barra libre de terror. Buenas noticias: en Berlín hay un montón de museos gratuitos. Malas noticias: la mayoría tratan de los horrores del nazismo. Aparte de que estaría feo cobrar, poca gente pagaría por ver lugares tan deprimentes como el solar que fue cuartel de las SS y hoy aloja la muestra permanente Topographie des Terrors. O  el campo de concentración de Sachsenhausen. O el centro de información del Monumento al Holocausto. Pero no todo son penas. Los lunes se puede ver sin pasar por taquilla el Deutsche Bank Kunsthalle (antiguo Guggenheim alemán) y, todos los días, la colección de arte contemporáneo Daimler. Y luego están los dos grandes clásicos gratuitos: la East Side Gallery, 1.300 metros de muro con sus famosas pinturas bien conservadas, incluido el morreo de Breznev y Honecker; y el Berlin Wall Memorial, un pedazo intacto del Berlín de la guerra fría, con su muro, sus garitas y su tierra de nadie. Tampoco es un sitio muy alegre, la verdad.

East Side Gallery

East Side Gallery: 1.300 metros de muro con pinturas bien conservadas, algunas de ellas legendarias.

5 Rastro dominical, karaoke y gözleme. Cerca del Berlin Wall Memorial (diez minutos a pie), se celebra el multitudinario rastro dominical de Mauerpark, con chiringuitos de salchichas y graderío donde, cuando hace bueno, se organiza un tremendo karaoke. Los martes y los viernes, el follón mercaderil se traslada a la calle Maybachufer, en el barrio de Newkölln. En este mercadillo turco, todo cuesta un euro, desde un kilo de tomates hasta un gözleme o crep de queso feta y espinacas.

6 Tres parques y una playa. Otra buena idea para pasar el día gratis, como los pájaros, es ir de picnic al céntrico Tiergarten: tres kilómetros y medio de céspedes, hayedos y lagunas que se extienden desde la puerta de Brandeburgo hasta el Zoo, algunos de cuyos animales (los ñandúes, por ejemplo) se pueden ver sin pagar, simplemente bordeando el canal Landwehr. El antiguo aeropuerto y hoy parque de Tempelhof está bien para ir un día soleado a volar cometas; en invierno, con niebla, es un lugar siniestro, ideal para quedar con otro espía o intercambiar prisioneros. Una tercera opción, quizá la más curiosa, es el parque de Treptower, con su gigantesco mausoleo donde yacen 5.000 soldados soviéticos. Este, a los berlineses, no les hace demasiada gracia. Al atardecer, el sitio es Yaam, un chiringuito playero con música reggae, cocina jamaicana y africana, y terraza para ver cómo el sol se hunde en las aguas del río Spree. Está pegado a la East Side Gallery.

Mercadillo turco

Los martes y los viernes, los ahorradores tienen una cita en el mercadillo turco de la calle Maybachufer.

7 La cúpula de Foster y la ostra embarazada. Si somos más de ver edificios que árboles y atardeceres, veremos la cúpula del Reichstag, magna obra cristalina de Norman Foster que se visita sin coste reservando aquí. Esta curva del río Spree está llena de arquitecturas oficiales, concebidas para impresionar al contribuyente. Aquí también se alza la Casa de las Culturas del Mundo, antiguo palacio de congresos construido en 1957 por el estadounidense Hugh Stubbins, cuya cubierta en forma de concha abombada le ha valido el remoquete de la ostra embarazada. La entrada es libre.

8 Templos del fast-food. Una salchicha bañada en ketchup aderezado con curry es la comida rápida y barata (con patatas fritas, 2,80 euros) típica de Berlín. El currywurst, que así se llama, lo venden en mil puestos callejeros, pero la fama y las colas se las lleva el Curry 36 de Hardenbergplatz, junto a la estación del zoo. También la gente hace largas colas para comer los kebabs de Mustafa’s, cuyo secreto son las verduras asadas (berenjena, puerro, calabacín…­­­­) que acompañan al pollo. El tercer templo del fast-food berlinés es Burgermeister: ocho ricas hamburguesas, incluida una vegetariana con tofu y salsa de mango y curry, en un quiosco bajo las vías de la estación de Schlesisches Tor.

Clärchens Ballhaus

Clärchens Ballhaus, un local de diversión centenario, ideal para bailar agarrado. Es decir, sin soltar un duro.

9 Una calle con mucho arte. Una docena de galerías, salpicadas a lo largo de Auguststrasse, hacen de esta calle la mayor pasarela de arte moderno de Alemania y el plan gratuito más absorbente de la capital. Algunas galerías son pequeñas y un poco intimidantes, pero otras, como Berlin Art Projects, son espacios amplios y acogedores, donde uno se siente como un coleccionista rico.

10 Un siglo bailando. En la misma Auguststrasse abre sus puertas desde 1913 Clärchens Ballhaus, un salón de baile (con café y restaurante) de lo más retro, divertido y asequible, donde por la tarde se dan clases muy baratas, incluso gratuitas, de salsa, tango, swing y chachachá, y a partir de las 21.00 se puede practicar lo aprendido sin hacer gasto. Si acaso, una cervecita para reponer sales.

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