El Laberinto de Horta (Barcelona): un parque para perderse

Parc del Laberint (Barrio de Horta, Barcelona)

Los setos de ciprés, fáciles de podar, dan a este parque barcelonés un acabado perfecto, casi arquitectónico.

En el barrio barcelonés de Horta, junto a la ronda de Dalt, se esconde el Parc del Laberint, desconocido incluso para los propios capitalinos. Un viaje a la edad de la frívola nobleza dieciochesca, que jugaba a perderse y amarse entre los altos setos geométricos.

En 1792 empezó a construirse el Parc del Laberint d’Horta, un capricho de Joan Antoni Desvalls i d’Ardena, sexto marqués de Llupià, el cual era dueño de una finca que entonces quedaba a una buena tirada de Barcelona, en la falda de la sierra de Collserola, y hoy está pegada a la ronda de Dalt. Lo primero que se ve es el antiguo palacio de la familia Desvalls, con motivos de estilo neoárabe y neogótico, pero el elemento principal del parque, y al que debe su nombre, es un laberinto formado por 750 metros lineales de setos de ciprés, especie que se presta bien a la poda, lo que permite dar al recinto vegetal un acabado perfecto, casi arquitectónico. A la entrada del mismo hay un bajorrelieve de Ariadna y Teseo. Y, en la plazoleta central, una escultura de Eros, señal de que este dédalo no fue concebido para prisión de bestias antropófagas, sino para refugio de tórtolos como los que arrullarse suelen en los bancos.

Fue en el Renacimiento cuando los laberintos vegetales se pusieron de moda y se difundieron por toda Europa, desde las villas italianas hasta los Reales Alcázares de Sevilla, favorecidos por la afición de los príncipes a mitología. Su edad de oro, sin embargo, llegaría en el siglo XVIII, con el auge de la jardinería formal francesa y de la frivolidad de los aristócratas, adoradores de Cupido y de las fiestas galantes que pintaba Watteau. Eso eran los jardines laberínticos: costosos escondites en los que la nobleza jugaba a los amorcillos, mientras el pueblo podaba soñando con la guillotina.

Desde la terraza superior, donde se alzan los templetes de Ariadna y de Dánae, se observa bien el alocado ir y venir de los niños y de los padres tras ellos; aunque con cierta aprensión, sobre todo si se ha visto recientemente la secuencia del laberinto de El resplandor (Stanley Kubrick, 1980). Por cierto, que en este parque se rodó una escena de la película El perfume, dirigida por Tom Tykwer. Y, mucho antes, los templetes fueron elegidos por Joan Maragall para realizar representaciones de teatro clásico:. el 10 de octubre de 1898 se estrenó la tragedia Ifigenia en Tauris, de Goethe, traducida por aquél y dirigida por Adrià Gual. Hoy es el escenario perfecto, solitario y evocador, al que acuden las parejas de novios para hacerse fotos de boda, el día antes de.

Más arriba aún, se levanta un pabellón dedicado a las nueve musas, coronado por una escultura que representa el arte y la naturaleza. Debajo se puede leer la inscripción: “Artis naturaque parit concordia pulchrum” (la armonía del arte y la naturaleza engendra belleza). Y al lado, ésta otra: “Ars concors foetum naturae matris alumbrat” (el arte armonioso da luz al fruto de la madre naturaleza). Detrás del pabellón hay un gran estanque alimentado por la fuente de la ninfa Egeria. Aquí acaba el jardín neoclásico, del siglo XVIII, pero más allá y en derredor, se extiende el romántico, del XIX. Si aquél estaba consagrado al amor, éste, según dicen, lo estaba a la muerte. Modas.

Cómo llegar. Salida 4 de la Ronda Dalt. Estación de metro Mundet (línea 3). Autobuses 27, 60, 73 y 76. Horario. Abierto todos los días, desde las 10.00 hasta el anochecer. Aforo. 750 personas. Más información. Parc del Laberint d’Horta. Pg. dels Castanyers, 1. 934 132 400.

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