Soria machadiana (y II): “Dame tu mano y paseemos”

Ermita de San Saturio

Ermita de San Saturio, junto al río Duero, el lugar de Soria que más vivamente recuerda a Antonio Machado.

El tiempo, que derroca las más altas torres, ha respetado sin embargo los sencillos lugares que frecuentaba Machado en Soria: el paseo de San Saturio, el instituto, el casino… También la iglesia donde se casó con Leonor y el cementerio donde la dejó, tres años después. Hay que ser de piedra para no llorar al visitar los escenarios de aquel amor y de la temprana muerte de ella.

El lugar machadiano por excelencia, el primero que ha de visitar quien desee rastrear las idas y venidas del poeta por la ciudad, es el paseo que va por la orilla del Duero hasta la ermita de San Saturio. Aquí Machado rumió algunos de los poemas más bellos de Campos de Castilla, antes y después de conocer a Leonor. Los chopos ribereños –los álamos del amor, como decía él– siguen teniendo “en sus cortezas / grabadas iniciales que son nombres / de enamorados, cifras que son fechas”. Al lado de la ermita está el Rincón del Poeta, que la ciudad le dedicó en octubre de 1932, poco después de otorgarle el título de hijo adoptivo. “Nada me debe Soria, creo yo –dijo Machado en su discurso de agradecimiento–. Y si algo me debiera, sería muy poco en proporción a lo que yo le debo: el haber aprendido en ella a sentir a Castilla, que es la manera más directa y mejor de sentir a España”. A finales de 2011, se construyó sobre el río una pasarela metálica peatonal para que la gente pudiera acercarse a la ermita caminando por cualquiera de las dos orillas: a los pocos meses, ya estaba llena de candados con corazones atravesados por flechas y juramentos de amor eterno.

Desde la margen derecha del río, una carreterilla zigzagueante trepa directamente al cerro del Castillo, sobre el que descuella el parador Antonio Machado, dominando un panorama de lo más amplio y evocador: “¿No ves, Leonor, los álamos del río / con sus ramajes yertos? / Mira el Moncayo azul y blanco; dame / tu mano y paseemos”. Bajando por el otro lado del cerro, por la calle de Fortún López, se llega sin extravío posible al cementerio del Espino, donde hay una lápida de mármol blanco con un sucinto epitafio (“A Leonor, Antonio”) y, junto a la iglesia, un olmo seco, como el del famoso poema. Para Leonor, herida por la tuberculosis, no hubo “otro milagro de la primavera”.

Álamos y candados junto al Duero

Los viejos "álamos del amor" machadianos conviven con los modernos candados de la pasarela de San Saturio.

Un paseo breve y cuesta abajo lleva desde la iglesia del Espino hasta la de Santa María la Mayor, en la Plaza Mayor, donde contrajeron matrimonio Machado y Leonor y donde, tres años y tres días después, se celebró el funeral de ella. A pocos pasos de la portada meridional, de estilo románico, una escultura de bronce muestra a Leonor tal como iba el día de su boda; según uno de los periódicos locales, El Avisador Numantino, lucía “elegantísimo traje de seda negro y magníficas joyas”. En las pocas fotografías que se conservan de ella, tomadas en aquella ocasión, aparece con cara y cuerpo de niña: lo que era. El escultor, prudentemente, le ha añadido cinco años, como poco.

El que apenas ha mudado de aspecto en todos estos años es el Círculo Amistad Numancia, el casino que frecuentaba el poeta, que está en el número 23 de la calle del Collado, a menos de cien metros de la iglesia. El Círculo de la Amistad –como se llamaba en tiempos de Machado, antes de que se uniera con el vecino casino Numancia–  tiene una zona pública y otra reservada, pero al curioso que lo pide se le deja, guardando la debida compostura, asomarse a los salones donde los socios hacen sus tertulias y se juegan los cafés al mus, al guiñote o al rabino. En la planta baja, con vistas a la calle, se halla el salón Antonio Machado o de los Espejos, que es puro siglo XIX, con sus lámparas de araña y sus lunas de cuando se perdió Cuba. Y en la primera, el salón Gerardo Diego, donde se celebran actos culturales. Tiene bucólicas pinturas en el techo, friso de celtíberos y romanos y un piano de gran cola Steinway & Sons de 1886, el primero que hubo en España. Gerardo Diego, que fue profesor del Instituto entre 1920 y 1934, lo tocaba casi todas las tardes. El señor de bronce que está en la calle, sentado delante de un velador, con un café y un libro, es él. Recientemente, en la tercera planta, se ha inaugurado la Casa de los Poetas, un pequeño museo dedicado a los tres grandes líricos que cantaron a Soria: los dos ya dichos y Gustavo Adolfo Bécquer.

Escultura de Leonor

Escultura de Leonor junto a la iglesia de Santa María la Mayor, donde se casó y donde se celebró su funeral.

Tampoco anda lejos ni ha cambiado mucho el Instituto donde Machado daba clase de francés y que hoy lleva su nombre. Comenzó siendo un colegio de jesuitas a finales del siglo XVI, pero en 1740 un incendio lo destruyó por completo y, tras la expulsión de la orden, el nuevo edificio –de estilo barroco, con espléndida fachada de sillería y gran claustro cuadrangular– fue sucesivamente fábrica de hilados, escuela de educandas, cuartel y hospital de tropas. Hay un busto de Machado junto a la puerta, obra de Pablo Serrano, y hay un aula-museo con fotos y autógrafos del ilustre profesor, incluido el libro de calificaciones, que demuestra que aprobaba a todo el mundo. Es un lugar machadiano clave que, lamentablemente, solo puede visitarse de lunes a viernes, cuando hay clase.

El siguiente hito de la ruta es la iglesia de Santo Domingo. A pesar de que Machado no comulgaba con la fe hipócrita y esclavizadora que se difundía desde los púlpitos, en un poema de Nuevas canciones daba a entender que acompañaba a Leonor a la iglesia: “En Santo Domingo, / la misa mayor. / Aunque me decían / hereje y masón, / rezando contigo, / ¡cuánta devoción!”. La verdad es que es un templo precioso, al que, por muy anticlerical que se sea, dan ganas de ir todos los días. Erigido en el siglo XII, su frente es uno de los mayores logros del románico español, especialmente la portada. Para Gaya Nuño, “su distribución decorativa es la más rica, la más homogénea y armoniosa de la Península y no reconoce como más bella ni a la de Ripoll”. Si nos fijamos en el pantocrátor, veremos que el Padre sostiene al Niño en su regazo, cosa que habitualmente hace la Virgen: es uno de los cinco únicos ejemplos de este tipo de iconografía (Trinidad Paternitas, le dicen) que puede verse en el mundo, todos ellos en España. A cada lado de la portada, justo debajo del rosetón, hay dos figuras sedentes que representan a los monarcas fundadores del templo, Alfonso VIII y Leonor Plantagenet, duquesa de Aquitania. La ascendencia de la reina podría explicar el parecido que guarda la fachada de Santo Domingo con la de Nuestra Señora de Poitiers. O dicho de otro modo: no es imposible que canteros franceses interviniesen en la realización de esta joya románica soriana.

Instituto Antonio Machado

Busto del poeta, obra de Pablo Serrano, en la puerta del Instituto Antonio Machado, donde hay un aula-museo.

Siguiendo los pasos de Machado y Leonor, se llega, por último, a la ermita del Mirón, lugar alto y oreado cerca del cual alquilaron una casa en la primavera de 1912 y al que iban a pasear confiando en el poder curativo del sol y del aire puro, ella cada día más débil, postrada al final en una silla de ruedas. Al santuario le viene el nombre por una escultura de San Saturio que, erigida sobre un pedestal, a bastante altura, parece estar mirando el panorama con vivo interés. La vista, desde luego, es magnífica. Allá abajo, los álamos dorados, el puente de Piedra y el antiguo monasterio de San Juan de Duero, con su claustro de arcos entrelazados, componen un paisaje urbano (o periurbano) difícil de creer en pleno siglo XXI. Si se borraran con Photoshop un par de cables y antenas, podría pasar por la Soria que vio Machado con lágrimas en los ojos. Un sencillo monumento –la silueta de la pareja, recortada en una plancha de metal– evoca aquellos últimos paseos: “Soñé que tú me llevabas / por una blanca vereda… / Sentí tu mano en la mía, / tu mano de compañera…”

Cómo ir. El tren Campos de Castilla (Madrid-Soria-Madrid) circula 12 fines de semana desde mayo hasta noviembre. El viaje, de dos días de duración, incluye, además del tren, una degustación de productos típicos sorianos, amenización teatral a bordo, traslado en autobús y visita a la ermita de San Saturio y a San Juan de Duero, recorrido guiado por el centro histórico de Soria (iglesia de Santo Domingo, Instituto Antonio Machado y casino Amistad Numancia), visita a la Laguna Negra y al yacimiento arqueológico de Numancia, pasaporte para promociones y descuentos en bares de tapas, restaurantes y comercios, y una noche en hotel de 2 o 4 estrellas, con desayuno incluido. El precio es de 105 euros por persona (en hotel de 2 estrellas) o de 120 euros (en hotel de 4 estrellas). Reservas. Soria Vacaciones (975 232 252). Más información. Turismo de Soria (975 212 052).

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