Tenerife: de la playa a las estrellas, pasando por el Teide

Las Cañadas del Teide

No es otro planeta. Es la Tierra y son Las Cañadas del Teide, salpicadas de penachudos tajinastes rojos.

Además de playa, que está muy bien, Tenerife ofrece a los visitantes más inquietos planes para no parar en una semana: enoturismo, rutas a pie y en bici por paisajes marcianos, kayak de mar, observación de estrellas, avistamiento de cetáceos… Y para reponer fuerzas, cocina contundente e hipercalórica (papas, garbanzas, conejo en salmorejo…), como cuadra a una tierra volcánica.

Todos los años, cinco millones de personas vienen a Tenerife a tumbarse en alguna de las playas del Sur, donde el sol luce 300 de cada 365 días y hace una temperatura media de 23 grados. La verdad es que es un plan muy apetecible. Pero todo en esta vida es mejorable, y si alguno de los contados días en que libra el astro rey, decidimos darnos una vuelta por el interior de la isla, descubriremos soledades de otro planeta y bosques de cuento, fríos insospechados y lluvias horizontales, mares de nubes y cielos cuajados de estrellas, platos afrodisiacos y vinos que calientan más que el sol.

Acantilados de los Gigantes

Kayaks junto al acantilado basáltico de los Gigantes, algunas de cuyas paredes tienen 450 metros de altura.

Lo primero de todo es subir a presentar nuestros respetos al padre Teide, tomando el teleférico que lleva hasta los 3.555 metros de altura de La Rambleta y siguiendo luego el sendero Telesforo Bravo hasta los 3.717 metros y 98 centímetros del pico. Para esto último hay que tener el corazón sano, calzar algo más robusto que unas chanclas y solicitar un permiso con bastante antelación, porque son tres los millones de personas que visitan cada año el parque nacional y el acceso a la cima está limitado a 200 diarias. Una forma sencilla de obtener el pase es pedirlo en la central de reservas on-line de Parques Nacionales. Y, más fácil todavía, dejar que se ocupe la empresa de senderismo Gaiatours, que organiza el plan completo: permiso, transporte, guías de montaña profesionales…

Otro plan imprescindible, y nada caro, es pernoctar en el Parador de Las Cañadas del Teide. Quizá no sea de los mejores de la cadena, pero está en un lugar difícil de creer, al pie del majestuoso pico volcánico, rodeado de roques colorados y rodales de tajinastes penachudos. Es el único hotel en muchos kilómetros; de hecho, no hay otro en el parque nacional. Y también el único restaurante, porque la cafetería del teleférico, a efectos gastronómicos, no cuenta. A la hora de cenar, en este paraje casi sagrado, manda la tradición: vieja, puchero tinerfeño, conejo en salmorejo… Y, claro está, papas y gofio hasta decir basta. De postre, leche asada, huevos moles y… estrellas. ¿Qué estrellas? Pues los millones que pueden verse en el cielo nocturno gracias a este aire seco e impoluto, procedente de las capas altas de la troposfera; a que las nubes forman un disciplinado rebaño bajo nuestros pies y a que no hay una farola en 15 kilómetros a la redonda. Contaminación lumínica, cero.

Pinar al pie del Chinyero

Pinar alfombrado de corazoncillos al pie del volcán Chinyero, el último que hizo erupción en la isla, en 1909.

Sí, el Teide es un buen lugar para ver las estrellas (el sexto mejor del mundo, según los astrónomos) y un decorado muy apropiado e inspirador, con sus paisajes marcianos y sus flores de aspecto alienígena. Astroamigos invita a contemplar este cielo perfecto usando un telescopio grandecito, de 250 mm., con posicionamiento automático. Los participantes, ocho como máximo, han de abrigarse bien, pues las temperaturas bajo cero son frecuentes a estas alturas y es preferible viajar a Tenerife con un plumífero que andar por el Teide como un maquis, envuelto en una manta del hotel. La actividad se desarrolla en el observatorio de Izaña, a 24 kilómetros del Parador.

Bajando del parque nacional hacia Santiago del Teide, por la carretera TF-38, se bordea uno de los enclaves más bellos y estremecedores de la isla. El 18 de noviembre de 1909, el volcán Chinyero se despertó y, después de diez días de pánico, en que las lenguas de lava tuvieron con el alma en vilo a varios pueblos, volvió a dormirse dejando este paisaje lunar y un aviso de lo que puede volver a ocurrir muy pronto. Cada cien años, aproximadamente, se produce una gran erupción en la isla, y ya han pasado 103. En 2009, para conmemorar el centenario de aquello, se puso en marcha una red de senderos de pequeño recorrido –el PR-TF 43 y tres derivaciones– que permite acercarse al Chinyero desde distintas localidades del entorno (Santiago del Teide, San José de los Llanos, Los Partidos de Franquis, La Montañeta y Garachico), atravesando abruptas coladas y fantasmagóricos campos de cenizas, pero también pinares alfombrados por las flores amarillas de los corazoncillos, donde el simple roce de las nubes bajas pone a los excursionistas hechos una sopa. A este tipo de lluvia, que no cae goteando del cielo, pero que empapa lo mismo, si no más, se la denomina horizontal. La mejor forma de recorrer este escalofriante paraje (aparte de a pie, claro) es en bicicleta de nontaña, siguiendo la pista forestal que arranca en el kilómetro 14 de la TF-38. Mountainbike Active organiza rutas guiadas por esta y otras zonas en buenas bicis de montaña.

Mar de nubes en el Teide

Mar de nubes en el Teide, que goza de uno de los cielos más limpios del mundo, ideal para ver las estrellas.

Después de andar arriba y abajo por el Teide y el Chinyero, apetece un chapuzón. A sólo 13 kilómetros de Santiago del Teide, en Los Gigantes, uno puede bañarse con cetáceos. Así, tal como suena. A diferencia de lo que ocurre en otros lugares, donde supuestamente abundan y donde lo único que al final se atisba de ellos es una aleta fugaz a un kilómetro de distancia, aquí es tan fácil verlos, que parecen puestos por el patronato de turismo. Pero no hay truco. Lo que hay es una colonia estable de calderones tropicales y delfines mulares, además de otra veintena de especies de cetáceos que se dejan caer de vez en cuando. Lo más pacífico es acercarse a ellos en kayak, remando junto a los paredones de 450 metros de altura del acantilado de los Gigantes. Las lapas que se aferran a estos farallones basálticos son grandes como jaboneras y las aguas tan azules que diríanse teñidas con añil. La empresa que alquila los kayaks, El Cardón, ofrece también la opción de bajar a pie hasta la costa por el abrupto barranco de Masca y luego seguir a los delfines en barco.

Chapotear entre pezqueñines de cuatro toneladas (eso llega a pesar un calderón) puede parecer una experiencia excitante, pero no es nada comparado con lo que sucede en Bodegas Monje. En El Sauzal, muy cerca del aeropuerto de Tenerife Norte, se halla esta bodega de la denominación Tacoronte-Acentejo, que ya era conocida desde hacía tiempo por sus tintos de listán negro, con aromas minerales y fructuosos, frescos, llenos de vida –cual el Hollera de maceración carbónica, fragante a tierra volcánica–…, pero que ahora empieza a serlo aún más por sus veladas wine&sex, en las que los vinos se conjugan con platos de nombre tan gráfico como las nalgas de cochino negro sobre peras a la canela o el trío de chocolates con migas de calabaza y morbo de cerezas. Además de esto, se sirven desayunos dominicales con mantequilla de berros, quesos de cabra, bizcochón de calabaza, plátanos y vinos jóvenes. Y hay talleres de mojos, exposiciones, catas… El apuesto y sanote Felipe Monje dirige con risueña maestría este circo enoturístico de tres pistas que, desde 1956, se asienta en una ladera con vistas al mar, con el Teide a la espalda y, en derredor, ancianas cepas que arrastran sus brazos sarmentosos por el suelo, como ebrias de antiquísimos magma.

Delfines en los Gigantes

Ver delfines en los Gigantes es tan fácil que uno llega a pensar que están a sueldo del patronato de turismo.

Cómo ir. Hay ofertas de viajes a Tenerife con Destinia por 316 euros, que incluyen vuelos, siete noches de hotel, traslados, seguro de viaje y tasas de aeropuerto. Comer. Bodegas Monje (El Sauzal; 922 585 027): bodega visitable, restaurante, sala de exposiciones, taller gastronómico y mucho más, todo dirigido por Felipe Monje. Victoria (La Orotava; 922 331 683): restaurante del hotel homónimo, de cocina creativa y canaria, en una preciosa casa del siglo XVI. El Rincón de Juan Carlos (Los Gigantes; 922 868 040): platos que dejan con la boca abierta, como el churro de aceitunas negras, el cerdo de la danza del vientre o el turrón de morcilla canaria con salsa de almendras. Solana (Santa Cruz de Tenerife; 922 243 780): restaurante pequeño, moderno, limpio y acogedor, con una carta actual; es la referencia gastronómica en la capital. Dormir. Parador de Las Cañadas del Teide (La Orotava; 922 374 841): con vistas al Teide, piscina climatizada y restaurante de cocina canaria. Casa Blanca (Los Realejos; Icod del Alto; 922 359 621): hotel rural con vistas al Teide y al mar, en el norte de la isla, con piscina climatizada y restaurante. Senderos de Abona (Granadilla de Abona; 922 770 200): casa señorial del siglo XIX, con cocina casera, en el sur de la isla; aquí hay que probar las tradicionales garbanzas. Más información. Turismo de Tenerife (922 239 592).

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2 respuestas a Tenerife: de la playa a las estrellas, pasando por el Teide

  1. Joanna dijo:

    !Qué fotos maravillosas! De verdad, en Tenerife nadie se aburrirá… Tenemos que probar la excursión recomendada en kayaks durante nuestro próximo viaje.

  2. Marta Nora Buzzo Serra dijo:

    Felicitaciones por el reportaje, que describe muy bien lo que vivimos los turistas al visitar Tenerife. Viajé en diciembre de 2004 y estuve allí tres meses. Visité el Teide el mismo dìa de mi llegada…, ¡¡¡porque estaba nevando…!!! Recorrimos toda la isla, conocimos lugares paradisìacos… Realmente maravillosa la gente local. Me hubiese encantado que mi esposo conociera Tenerife…, pero ahora es muy dificil para los argentinos viajar…, ¡¡¡muy complicado!!! Pero no pierdo la esperanza de poder volver y revivir las fragancias, aromas, sabores, paisajes… Gracias por este artículo, que me ha emocionado mucho. Cierro los ojos y me transporto a Tenerife.
    Marta.

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