Molinos de La Hiruela (Madrid): el milagro de los panes

Molino Nuevo

El rehabilitado molino Nuevo, a orillas del alto Jarama, ofrece una de las estampas más idílicas de Madrid.

Hay que pellizcarse las carnes para asegurarse de que no es un sueño: este molino rodeado de álamos, robles y montañas, junto a un río cristalino, no está en los remotos Oscos de Asturias, sino en La Hiruela, en la Sierra Norte madrileña. Una sencilla senda nos invita a acercarnos a este rincón de increíble belleza y soledad, y a recordar de paso los trabajos de moler perdidos.

Hoy el pan llega crujiente y calentito hasta las aldeas más apartadas de la Sierra Norte madrileña a bordo de unas trepidantes furgonetas que se anuncian tocando el claxon como si acabaran de capitular los Imperios Centrales. Siempre que oímos estos alegres bocinazos, nos preguntamos qué beneficio puede obtenerse de una barra transportada a través de varios puertos de montaña, una vez descontados los seguros, los impuestos, el carburante, las reparaciones, etcétera…, pero nuestros cálculos más negros palidecen al considerar que hace años era aún peor, muchísimo peor.

En los tiempos de la subsistencia (y no estamos hablando del Neolítico, sino de mediados del siglo XX), en La Hiruela había que arar, sembrar, segar, trillar, aventar y acarrear la parva cosecha de centeno hasta los molinos del Jarama, a una buena tirada monte abajo. La alternativa era trocar en Buitrago –la capital de la comarca– carbón, miel, manzanas o cerezas –de todo lo cual había a patás en el pueblo– por hogazas, pero aquel viaje de 25 kilómetros y otros tantos de vuelta, en burro y con el puerto de La Hiruela por medio, debía de ser como para plantearse el mojar con los dedos.

Molino Nuevo

El molino Nuevo de La Hiruela parece realmente nuevo después de haber sufrido una completa restauración.

En 1751, La Hiruela tenía 220 habitantes; en 1991, sólo 32, la mayoría baldados para la labor. Éxodo a la capital, cultivos abandonados, aceñas en ruinas… Más hoy, milagros de la aldea global, ha crecido el censo (51), se han rehabilitado a maravilla las viejas casas de pizarra, se han recuperado para el senderismo los antiguos caminos, y el molino Nuevo, que estaba hecho cisco, se ha remozado por completo. Así está resucitando uno de los paisajes rurales más gloriosos de la región.

Uno de esos caminos recuperados para los excursionistas es la llamada senda de Molino a Molino, un itinerario circular de cinco kilómetros y una hora y media de duración que coincide en principio con el que se seguía antaño para ir de La Hiruela al vecino pueblo de El Cardoso de la Sierra, ya en Guadalajara. Y es una angosta calleja que nace detrás de la iglesia, a la izquierda de unos grandes nogales, y que discurre casi llana entre cercas de piedra, melojos, saúcos y cerezos silvestres. Muy pronto la senda obliga a franquear una portilla, sigue luego por un tramo empedrado hasta el arroyo de la Umbría, que se cruza poco después, y baja suavemente por un bosque salpicado de grandes robles hacia el puente de madera sobre el río Jarama, al cual se llega tras media hora de paseo.

Piedra de moler

Viejas piedras de moler afloran, como caracolas prehistóricas, junto al desaparecido molino de Juan Bravo.

De seguir el camino viejo allende el puente, alcanzaríamos en un periquete la ermita de San Roque, que, aunque se halla en el término de El Cardoso, perteneció a La Hiruela en el siglo XVIII, y que conserva un curioso elemento, una gran roca plana horadada que hace las veces de ventana y que no hubiera desentonado en casa de los Picapiedra. Pero la senda molinera continúa, en rigor, río abajo, por la orilla derecha del Jarama, por una vereda de pescadores que surca verdes ribas, robledillos y saucedas: los más bellos sotos de Madrid. En un amplio prado, reconoceremos los restos del molino de Juan Bravo, del que sólo quedan cuatro paredillas caídas y algunas piedras circulares de vistoso rayado que afloran aquí y allá, entre la hierba, como conchas prehistóricas.

Después toca cambiar de margen por una pontecilla de cemento; y más tarde, tras pasar una valla y un pedregoso ribazo, volver a la orilla derecha por otro puente que se presenta junto al molino Nuevo. Rodeada por una idílica alameda, esta aceña ofrece la oportunidad casi única de contemplar en Madrid el proceso tradicional de la molienda, desde que el agua se desvía por el largo caz hasta que se reintrega al Jarama, pasando por la alberca donde se almacena y el edificio donde giran dos piedras movidas por sendas ruedas hidráulicas que hay en el sótano. El problema es que, para ver el molino por dentro y en marcha, tiene que haber una persona encargada y no siempre lo hay, no porque no haya gente en La Hiruela (que, aunque poca, hay), sino presupuesto para poder pagarla.

Alto Jarama

Además de viejos molinos, el alto Jarama baña los sotos más bellos de la región. Y también los más solitarios.

A modo de curiosidad histórica, diremos que los molinos, en estas aldeas de la Sierra Norte, solían pertenecer al concejo, el cual se lo arrendaba a un molinero que, como recoge un contrato de 1806 de Puebla de la Sierra, se comprometía a “llevar y traer el grano de los vecinos… y maquilar [cobrar] de cada fanega medio celemín de trigo o centeno de la clase que sea… y dar y pagar a la dicha villa cada mes su rateo de… catorce fanegas de centeno y tres medias de trigo, que estas las a de dar para el día de letanías…; con la condición de que a de acer vuena arina y de vuena condición”. Además el molinero se ocupaba de mantener el semental de las cerdas, vaya usted a saber por qué.

De este molino, en concreto, sabemos que pasó a ser comunal en 1888, cuando, en virtud de las leyes desamortizadoras, se declararon en venta todos los predios rústicos y urbanos, censos y foros del Estado, del clero “y cualesquiera otros pertenecientes a manos muertas”, con lo cual fue sacado a subasta en la cantidad de 6.200 reales de vellón. La propiedad del mismo estaba dividida en 65 partes y se le alquilaba a un molinero en una renta valorada entre 75 u 80 fanegas de grano (es decir, alrededor de 3.500 kilos), a cambio de quedarse él con medio celemín (1,8 kilos) por fanega.

Desde el molino, sólo resta cruzar el arroyo de la Fuentecilla para trepar a la carretera de La Hiruela a El Cardoso, subir por el asfalto 200 metros y tirar a la derecha por una senda que, salvando de nuevo el regato, pasa ante la capillita de la Virgen de Lourdes y zigzaguea por entre los huertos y las casas, ya, de La Hiruela.

Molino Nuevo y ermita de El Cardoso

Balsa del molino Nuevo de La Hiruela y ventana de la ermita de San Roque en El Cardoso de la Sierra.

Cómo llegar. La Hiruela dista 105 kilómetros de la Puerta del Sol. Tiene su mejor acceso desde Madrid yendo por la autovía del Norte (A-1) hasta Buitrago, para seguir por la M-127 hasta Prádena del Rincón y por la M-137 hacia Montejo y La Hiruela. Comer. Ad Libitum (606 079 234, 918 697 320 y 917 508 484): cocina del norte de España, sencilla, casera y con sabor antiguo (alubias de Tolosa, pimientos rellenos, carnes de buey, pescados, calamares en su tinta, gallo con piñones, solomillo de cerdo con ciruelas…). Bar-Restaurante La Hiruela (918 697 016): barra para tomar bocadillos y raciones (la especialidad es la torta castellana) y comedor donde se sirven ensaladas, carnes de la zona y, por encargo, asados y paellas. Dormir. En La Hiruela hay un hotelito rural, El Rincón de la Sierra (609 165 578), y varias casas de alquiler completo, todas de arquitectura tradicional: Casa Aldaba (629 626 224 y 918 697 403), El Bulín de La Hiruela (918 698 888 y 622 23 23 28) y Entremelojos (915 411 381 y 650 401 972). Más información. Turismo de La Hiruela (918 697 328).

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