Lourdes, la feria de los milagros (y II)

Bernadette Soubirous

Bernadette Soubirous, la santita de Lourdes, vio a la Virgen 18 veces entre febrero y julio de 1858.

Segunda y última entrega del reportaje sobre Lourdes que escribí hace tres lustros para la revista Paisajes desde el tren. En esta parte se cuentan algunas (no todas, porque sería un tostón) de las 18 apariciones de la Virgen ante Bernadette Soubirous y los graves problemas que tienen los peregrinos para bañarse en el agua milagrosa, pues no hay bañeras para todos.

Sumido en sus inocentes cavilaciones, el peregrino recorre en un suspiro la rue Jean Sempe hasta toparse de nuevo con el río a la altura del Pont Saint Michel, justo frente a la entrada principal del santuario de Lourdes. O santuarios, porque en realidad son tres basílicas, dos iglesias y una cripta los recintos sagrados que circundan la gran pradera de las peregrinaciones; eso por no hablar de los dos calvarios (uno bastante empinado y otro muy fácil, para fieles con menos fuelle o problemas locomotores), las salas de conferencias, los albergues, los pabellones, las dependencias administrativas, los museos y hasta un cine en que se pasa en sesión continua y cuatro idiomas diversos La canción de Bernadette, dirigida por Henry King e interpretada por Jennifer Jones, que –como alguien observa en la cola no sin malicia– “todo lo que tenía de santa en la película religiosa, lo tuvo luego de lo otro revolcándose con Gregory Peck en Duelo al sol”.

Pero el centro de gravedad de Lourdes –bien lo sabe el peregrino–, el núcleo que atrae como un gigantesco imán espiritual a millones de almas todos los años es la gruta de Massabielle, la Gruta con mayúsculas, paradójicamente una minúscula covacha relegada hoy al pie de la Basílica Superior, donde la Virgen se apareció 18 veces a la niña Bernadette Soubirous entre el 11 de febrero y el 16 de julio de 1858. Las historias de apariciones interesan sobremanera al peregrino, que es un ávido lector de relatos fantásticos, y de todas las que protagonizó la santita de Lourdes se queda sin dudarlo con la tercera, acaecida el 18 de febrero: “La tercera vez que acudí a la gruta” –cuenta Bernadette en sus Memorias– “fui junto con algunas personas respetables. Estas me habían aconsejado llevar una hoja de papel, pluma y tinta, y si veía a la Señora, preguntarle qué deseaba y pedirle que me lo pusiera por escrito. Cuando le dije esto a la Señora, me sonrió y me dijo que lo que tenía que decirme no era preciso escribirlo”. Si se considera que Bernadette era entonces analfabeta, y que aquellas personas respetables no lo ignoraban, la escena resulta de una comicidad conmovedora.

“Vaya a beber a la fuente y lávese”, le ordenó la Inmaculada Concepción a la zagala –a quien, muy educadamente, trataba de usted– en su novena aparición, y ahora son más de 400.000 personas las que hacen cola a lo largo de toda la temporada para repetir ese gesto en las piscinas anejas a la Gruta. El problema –ya le han advertido al peregrino– es que no hay bañeras para tanta gente. Ni agua. Mientras aguarda su turno sin mucha esperanza –los enfermos tienen prioridad, y él apenas puede alegar otra cosa que vista cansada–, el peregrino lee, para no pensar demasiado en el agua a 12 grados, un estupendo artículo sobre las piscinas publicado en el último número de Lourdes Magazine. El doctor Pilon, que así se llama el máximo responsable de la higiene de las piscinas, escribe: “El agua que mana de la Gruta se da gratuitamente, pero no es inagotable. De ahí que un circuito cerrado haya sustituido recientemente el vaciado de los baños… Aquí es donde los detractores de las piscinas tienen buen juego para ridiculizar sus espantosas condiciones de higiene: sumergirse unos tras otros, los enfermos y los sanos, incluso los que tienen llagas, en la misma agua, ¡qué necedad!, ¡qué costumbre retrógada!, ¡qué desafío al buen sentido! Pero los fieles del santuario, impasibles ante estas recriminaciones, y estimulados por la inexistencia de cualquier contagio comprobado, han hecho de esto un argumento de fe. ¡Qué mejor prueba de que Nuestra Señora de Lourdes protege a los que creen en Ella, que esta resistencia a la infección, a las epidemias, al peligro de los microbios!”.

Cuando a las once en punto cierran los baños, un largo lamento recorre la larga cola, pero el peregrino, después de leer lo que ha leído, se resigna con mansedumbre, incluso con alegría, y se aleja pensando que realmente hace falta tener una salud de hierro para sobrevivir a una inmersión en estas aguas de nieve. De hecho, al peregrino le extraña que la Iglesia solamente haya reconocido 65 curaciones milagrosas hasta la fecha, cuando, a su modo de ver, el mero hecho de no sufrir una hidrocución ya constituye un milagro portentoso. Saint Benoit-Joseph Labre, el santo patrón de las Hospitalarias de Lourdes, no se lavó jamás. El sabía lo que se hacía.

Al pasar de nuevo junto a la Gruta, un sacerdote con un cirio pascual humeante llama la atención al peregrino por encender un cigarrillo en los vastos y aireados dominios del santuario. Seguido de lejos por la mirada del ángel reprensor, el peregrino se arrima a la orilla del Gave, donde antes viera a una mocita fumando a hurtadillas, a una de esas mocitas disfrazadas de monjas que ayudan a los inválidos a navegar en el maremágnum de las peregrinaciones. Acodado en el pretil, el peregrino se siente como esas truchas del Gave que viven siempre contra corriente, con lo fácil que sería dejarse llevar río abajo hasta la mar, que es el morir… Saliendo del santuario, un niño con un hilo de baba se queda mirando, casi con amor, al peregrino. Hoy no ha habido milagro.

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2 respuestas a Lourdes, la feria de los milagros (y II)

  1. andrescampos dijo:

    Sobreviví a la experiencia de Lourdes, pero no salí ileso. Este reportaje fue, junto con otros que publicamos del mismo estilo, la causa de que nos rescindieran el contrato a quienes hacíamos la revista Paisajes en aquel entonces. A las mujeres de algunos jefazos de Renfe les pareció ofensivo. Puede que no les faltara razón. Si la verdad ofende, era ofensivo. Pero el caso es que yo salí malparado de Lourdes. Para mí, en lugar de milagro, hubo castigo divino. Pero a la vista está que no me arrepiento.

  2. Carmen Morales Mateo dijo:

    Andrés, ¿cómo sobreviviste a la experiencia? Ya ni me acordaba que existía este lugar. Me ha gustado mucho el artículo: interesante y muy entretenido, aunque sea de un lugar para olvidar. Por cierto, el Doctor Pilon tiene su punto, ja, ja, ja.

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